A principios de los 80, uno de los lemas con los que la izquierda nos motivaba y enardecía era "OTAN, de entrada NO", ante la previsible incorporación a ese imperio del mal que comandaban los malos, malísimos americanos. No queríamos pertenecer a ese club, nos iban los países "no alineados" (¿alguien se acuerda de eso?) que era una colección de animales de zoológico de complicada clasificación.
Luego el PSOE con Felipe y Arfonzo ganó las elecciones y la cosa cambió. Al poco tiempo se les puso cuerpo de estadistas y empezaron a recular de las consignas con que se suele engatusar a las bases. Y ya saben, fue OTAN de entrada por supuesto, pero con un referéndum raro para minimizar los daños (aquella pregunta incomprensible a la que había que decir que sí). Yo ya podía votar para aquel entonces (creo que fue mi primera vez) y confieso sin que nadie me lo pregunte que voté que no. Yo seguía fiel a mis ideas de lo malo que era eso de la NATO para España y los españoles.
¿Qué que tiene que ver esta lección de historia con la huelga? Cosas de la memoria histórica. El jefe de la oposición de aquellos tiempos, D. Manuel Fraga Iribarne, ante el giro copernicano y el ejercicio de hipocresía del gobierno, estaba que no sabía si cortarse las venas o dejárselas largas y en una entrevista o comentario al paso vino a decir que, a pesar de estar de acuerdo con la incorporación a la OTAN, le daban ganas de votar que no.
Pues eso, por más que uno piense que hay que proteger los derechos de los trabajadores y que el mercado laboral camina por senderos un poco demasiado liberales, ante estos sindicalistas que han cambiado la barricada por la mariscada, no le da uno gana de seguirles el juego. Una huelga contra quién, contra qué y cuándo. Una huelga por narices, impuesta por saboteadores sin escrúpulos en demasiados casos. No convencen aunque venzan. Así no, conmigo no.
Y a tomar viento.
Luego el PSOE con Felipe y Arfonzo ganó las elecciones y la cosa cambió. Al poco tiempo se les puso cuerpo de estadistas y empezaron a recular de las consignas con que se suele engatusar a las bases. Y ya saben, fue OTAN de entrada por supuesto, pero con un referéndum raro para minimizar los daños (aquella pregunta incomprensible a la que había que decir que sí). Yo ya podía votar para aquel entonces (creo que fue mi primera vez) y confieso sin que nadie me lo pregunte que voté que no. Yo seguía fiel a mis ideas de lo malo que era eso de la NATO para España y los españoles.
¿Qué que tiene que ver esta lección de historia con la huelga? Cosas de la memoria histórica. El jefe de la oposición de aquellos tiempos, D. Manuel Fraga Iribarne, ante el giro copernicano y el ejercicio de hipocresía del gobierno, estaba que no sabía si cortarse las venas o dejárselas largas y en una entrevista o comentario al paso vino a decir que, a pesar de estar de acuerdo con la incorporación a la OTAN, le daban ganas de votar que no.
Pues eso, por más que uno piense que hay que proteger los derechos de los trabajadores y que el mercado laboral camina por senderos un poco demasiado liberales, ante estos sindicalistas que han cambiado la barricada por la mariscada, no le da uno gana de seguirles el juego. Una huelga contra quién, contra qué y cuándo. Una huelga por narices, impuesta por saboteadores sin escrúpulos en demasiados casos. No convencen aunque venzan. Así no, conmigo no.
Y a tomar viento.
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