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13 mayo 2016

Dar ocasión al diablo, o no.



Es posible que esté en esa parte de mi existencia en que algo en mi me invita a volverme eremita, a ir a algún lugar desierto,  y huir de todo y de la mayoría de todos. Decía Jean Paul Sartre que el “infierno son los otros” y yo llevo dándole la razón desde que leí la frase y estudié un poco de su pensamiento, con el que no estoy obviamente de acuerdo pero que resulta muy revelador según se lo interprete.  Bueno, no hay peligro de que me vaya a ningún sitio, al menos de momento, necesito de la compañía y cercanía ajena tanto como para sobreponerme al infierno mentado de la relación compleja y complicada que supone la vida diaria. Es más, soy consciente de que muchos de esos otros que pueblan mi personal e intraterreno infierno son mi responsabilidad, me han sido encomendados y no puedo huir de la tarea puesta en mis manos respecto a ellos.



Pero a veces duelen los errores, las desconfianzas, los fracasos, las tareas empezadas y nunca acabadas, las comparaciones con otros, los silencios y el contar contigo mientras te necesito y luego si te conozco de algo no sé de qué. Duele que todo lo hecho con tiempo, esmero y cuidado pueda ser demolido por una palabra torpe o que la confianza construida desaparezca como por ensalmo en cualquier momento por una noticia de la televisión o cualquier habladuría ajena. 

Y lo normal es que me pregunte dónde está el límite, si debo seguir o dejarlo, si cerrar la puerta o dejarla abierta y seguir insistiendo. Y estas andaba yo otra vez cuando recordé algo que había leído de Javier Vicens sobre las tentaciones que decía lo siguiente:



-¿Qué haré -se pregunta el diablo- para tentar al que anda sufriendo? 
Y entonces dice: “Je, je”. Y hace una lista de tentaciones para el que anda sufriendo. 
A. Le meteré en la cabeza que es el mejor sufriendo, que -a pesar de ello- nadie lo valora suficientemente, que los demás son unos quejicas, y otras cosas por el estilo. 
B. Le haré considerar que, puesto que él mismo está sufriendo, no tiene ninguna obligación de preocuparse por los demás. 
C. Le enseñaré a maldecir a Dios y a buscar culpables y a añadir a sus sufrimientos el resentimiento.



Y cómo no quiero dejar que el diablo triunfe me vuelvo a acordar del relato de Dombrosky que cité hace algunos programas, lo que hace auténtico y redentor al amor de Cristo es esa incondicionalidad desde la misma cruz, y pienso si yo seré capaz de llegar a vivir una fracción de ese modo de amar a los que son mi responsabilidad y mi infierno a la vez. Y me doy cuenta de que si no hago incluso de los momentos más tediosos del día, momentos de oración y reflexión, no podré ni intentarlo. Y en eso ando, tropezando con todo y sin ser capaz de explicarlo, tentado a caer en la queja, la autocompasión o el enfado. Y me acuerdo de Teresa de Calcuta y el mural de la casa para niños de aquella ciudad que dice:
"Las personas son irrazonables, ilógicas y centradas en sí mismas, ámalas de todas maneras. 
Si haces el bien, te acusarán de tener motivos egoístas, haz el bien de todas maneras.
Si tienes éxito ganarás falsos y verdaderos enemigos, ten éxito de todas maneras. 
El bien que hagas se olvidará mañana, haz el bien de todas maneras. 
La honestidad y la franqueza te hacen vulnerable, se honesto y franco de todas maneras. 
Lo que te tomó años en construir puede ser destruido en una noche, construye de todas maneras.
La gente de verdad necesita ayuda pero te podrían atacar si lo haces, ayúdales de todas maneras. 
Dale al mundo lo mejor que tienes y te golpearán en los dientes, dale al mundo lo mejor que tienes de todas maneras."


Y pienso en su vida y su entrega y pido que pueda hacerlo así.

03 enero 2015

Año Nuevo, tiempo de cambios...

Un sabio meditaba así al atardecer de su vida:
“Cuando era joven, quería cambiar el mundo. Descubrí que era difícil cambiar el mundo, por lo que intenté cambiar mi país. Cuando me di cuenta que no podía cambiar mi país, empecé a concentrarme en mi pueblo. No pude cambiar mi pueblo y ya de adulto, intenté cambiar mi familia. Ahora, de viejo, me doy cuenta que lo único que puedo cambiar es a mí mismo y de pronto me di cuenta que si hace mucho tiempo me hubiera cambiado a mí mismo, podría haber tenido un impacto en mi familia. Mi familia y yo podríamos haber tenido un impacto en nuestro pueblo. Su impacto podría haber cambiado nuestro país y así podría haber cambiado el mundo.”
Tal vez es el momento de pasar a la acción para cambiar el mundo, tal vez es el momento para dejar de tener miedo cambiar uno mismo, de abandonar determinadas seguridades, conceptos ideas,… a lo mejor es el momento de vender todo lo que uno tiene y seguir al Maestro. Y no me refiero a vender la casa o el coche, sino a dejar atrás todas esas cosas que nos encierran en una zona confortable, y mirar hacia adelante. Tal vez es posible hacer que todo cambie si empezamos a cambiar cada uno de nosotros en lugar de querer cambiar a los demás en primer y único lugar.
Y por si les sirve les cuento brevemente las conclusiones a las que llegó una enfermera que durante muchos años trabajó en una unidad de cuidados paliativos y acompañó en el momento de la muerte muchas personas. Los enfermos se arrepentían de muchas cosas, pero hay cinco de ellas que se repetían con mucha frecuencia y que hubieran preferido hacer de otra manera a lo largo de su vida:
  1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí. Y para conseguirlo, mientras podemos, necesitamos atrevernos, superar los miedos y ejercer la libertad sin miedos. Si negocias tus principios y pospones tus sueños, un día será demasiado tarde.
  2. Ojalá no hubiera trabajado tan duro. Sobre todo porque muchas personas se han perdido la infancia de sus hijos, la cercanía de la familia y los acontecimientos importantes de la misma en el esfuerzo porque no les faltara de nada. Les faltaron ellos y eso no se puede sustituir con nada.
  3. Ojalá hubiera tenido el coraje para expresar mis sentimientos. Muchas personas suprimieron sus sentimientos con el fin de mantener la paz con los demás. Como resultado, se conformaron con una existencia mediocre y nunca llegaron a ser lo que eran realmente capaces de llegar a ser. Hay que atreverse a ser verdaderos mientras es posible. 
  4. Me hubiera gustado haber estado en contacto con mis amigos. Al final todo se reduce al amor y las relaciones. Eso es todo lo que queda en las últimas semanas, el amor y las relaciones. Por encima de asuntos financieros y otros legados, la deuda que más importa en ese momento es la deuda de amor con quienes quisimos y nos quisieron, y ahora se manifiesta en total claridad. 
  5. Me hubiese gustado permitirme a mí mismo ser más feliz. Muchos no se dieron cuenta hasta el final de que la felicidad es una elección. Se habían quedado atrapados en patrones y hábitos antiguos. El llamado “confort” de la familiaridad desbordado en sus emociones, así como su vida física. El miedo al cambio les había hecho vivir fingiendo a los demás, y para su yo, que estaban satisfechos. Cuando usted está en su lecho de muerte, lo que los demás piensan de ti está muy lejos de tu mente. ¡Qué maravilloso es ser capaz de sonreír otra vez, mucho antes de que te estés muriendo! 
La vida es una elección. Es su vida. Elija conscientemente, elija sabiamente, elija honestamente. Elija felicidad. Estamos a tiempo de cambiar el mundo, estamos a tiempo de cambiar nosotros. Basta con perder el miedo y atreverse a empezar.

10 septiembre 2012

Atrévete a verlo entero...

Mírate después de ver el ejemplo de esta persona. Y el término persona está puesto con total alevosía.

07 noviembre 2011

Elogio del pesimismo

Miren ustedes por dónde que visito el siempre exquisito Café de Ocata y me encuentro con estas sensatas conclusiones sobre la vida ésta que llevamos hoy día. Si tuviera que resumir el asunto, diría que "la felicidad está sobrevalorada". Más aun, me atrevería a decir que se tiende a confundir felicidad con ciertos niveles de bienestar y falta de obstáculos vitales de importancia en muchas de las ocasiones. Pero como es casi imposible pasar por la vida sin tropezar con algo o con alguien, la expresión más habitual de un español (incluyendo las nacionalidades históricas e incluso las histéricas) será la blasfemia. ¡Por qué a mí! No importa el nivel del tropiezo, nunca es justa la desdicha que me acontece. Y digo bien, no hay peor que perder la dicha por infantiloide que ésta sea. 
Un chiste que ilustra la mencionada actitud: En un velatorio el amigo del deudo que se acerca a darle el pésame con toda su buena intención: "Hay que ver M. no hacen sino pasar cosas malas, hoy se muere tu padre y ayer perdí yo el bolígrafo".
Ante tamaña caída libre hay quien aboga por educar en la frustración, cosa que ya hace tiempo que yo venía pensando aunque nunca con esa contundencia en la expresión.
Bueno, que no he citado las conclusiones mentadas al principio:

  1. La idea de que el buen humor, el optimismo y la risa tienen efectos positivos sobre la salud es cada vez más popular, pero no hay ningún estudio serio que la confirme.
  2. Más bien hay estudios que demuestran lo contrario, porque las personas optimistas tienden a asumir más riesgos cotidianos que las pesimistas.
  3. Los optimistas tienden a despreciar cualquier síntoma de malestar y de esta manera descuidan su salud. Siempre creen que están más sanos de lo que realmente están.
  4. Conclusiones:
    1. Los pesimistas viven más.
    2. Hay que leer más a Schopenhauer y menos a Bucay.

09 febrero 2011

Hoy será ese día...

Sí, ese día en que, por fin, me decidí a ser feliz a pesar de todo. A ser optimista sin dejar de saber la profunda y viscosa oscuridad que se oculta en el corazón de cada uno, el mío incluido. El día en que me levanté pensando en que se acabó lo de procrastinar todo lo aburrido y burocrático, que también esas tareas necesitan ser llevadas a cabo y el desorden de mi mesa de trabajo me mira con aires de victoria. Hoy es ese día en que aunque no logre todo lo que me propongo no pensaré mal de mí y, a pesar de las pequeñas derrotas y fracasos cotidianos, intentaré vivir agradecido a lo que se me ha dado.
En fin, hoy es ese día extraño en que sales a la calle con las manos en los bolsillos y el aire frío en el rostro te recuerda que es maravilloso estar vivo y poder desear el bien a aquellos con quien te cruzas, sobre todo cuando sonríes al bebé que pasea en el carrito con su madre y éste te devuelve la sonrisa. A veces Dios anda un poco juguetón, escondiéndose en esos reflejos cotidianos...
Bueno, que M.J. me envió este vídeo y me ha despertado esta reflexión repetida, nada más.

14 octubre 2010

Tu ternura

Hoy no me apetecía comentar otra cosa. Felicidades a los mineros rescatados, parece que saben a Quién, en el fondo, han de agradecer esta oportunidad de seguir adelante con sus vidas.
Escuchen la canción, las veces que haga falta. Y miren adelante. Sólo eso.

12 mayo 2010

Un modo de morir, un modo de vivir.

Me ha dejado impresionado el testimonio de Randy Pausch. Un hombre que eligió vivir sus últimos meses de vida de forma memorable. Me llama especialmente la atención cuando insiste en que ante la adversidad podemos decidir utilizar nuestras energías para lamentarnos o utilizar esas mismas energías y el tiempo que tenemos para jugar duro y llenarlo de energía y esfuerzo. La desgracia nos afecta tanto como la dejemos a partir de ciertos límites. Digo que esto me llama la atención porque yo he experimentado que puedo elegir como quiero sentirme ante algunas adversidades y cuánto me van a afectar, así como ciertos comportamientos. Y aunque, a veces, pierdo algunas batallas, espero no perder la guerra. Randy no habla de religión, quizá para que su aportación llegue a todo tipo de gente, pero hay una sospecha de transcendencia en todo lo que dice. Ya habrá salido de dudas.
Este vídeo del programa de Ophra resume una charla mucho más larga que después dio lugar a un libro que seguro merece la pena. (El vídeo original en inglés está aquí.)