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04 mayo 2021

Shibboleth

 Si alguien se acabara de despertar después de un coma de bastantes meses, podría pensar que hay unas elecciones generales en las que una señora, llamada Isabel, se presenta a la presidencia del país. Por algún extraño motivo a cualquier onubense de cualquier comarca le deberían importar mucho estas elecciones. Ya conté que una vez que intenté quejarme del funcionamiento de las urgencias en el hospital de Huelva, tras una rotura de cadera de un familiar, provocó un agrio debate sobre la presunta privatización de los hospitales de Madrid en los tiempos de Esperanza Aguirre, otra señora que importaba mucho a los onubenses y cuyas decisiones nos concernían por algún extraño sortilegio que se me escapa.

A ver si atino ahora con un santo y seña que me permita abordar el otro tema, quiero decir, esa frase, password, watchword, shibboleth o lo que sea que me permita pasar el filtro de poder decir algo sobre un asunto que se resume en una frase que debería grabarse en el frontispicio de la nueva política española: “nunca es el qué, siempre es el quién”. Se le atribuye al periodista Carlos Esteban, no lo he investigado, suelo resumir lo mismo diciendo que “lo que en los otros es vicio, en nosotros es virtud”. El santo y seña podría ser: “condeno la violencia venga de donde venga y vaya contra quien vaya en el ámbito del debate político”. Y ustedes se quedan a la esper a de la adversativa, el consabido “pero” que explica que no es lo mismo apedrear a los malos que amenazar a los buenos, ya que estos últimos, poseedores incuestionables de todas las virtudes, no se merecen que se les haga a ellos lo que ellos piensan o sugieren que deberían hacerles a los demás, malvados y equivocados en comportamientos e ideas que se lo andan buscando cada vez que abren la boca. Espero que pillen la ironía o estaré en un lío.

Hoy me ha llamado la atención que al abrir el navegador de internet he encontrado una frase en una franja de la página de inicio: “Una persona saludable es feliz y alegre. Un Internet saludable es seguro y privado.” Me ha sonado tanto al “Mundo Feliz” de Huxley que, de repente, he tenido miedo. Me he acordado de un artículo de E. G. Máiquez de febrero de 2020 dónde nos advertía sobre el peligro del “Imperio del Bien”, título de un libro de Phillipe Muray. Dice en el artículo: “Trata -porque es su tema y porque ofrece un tratamiento de choque- del estado de cosas de Occidente, "este imperio aterrador de la Sonrisa". Rige el acuerdo universal, salvaguardado por el Estado, en base a los buenos sentimientos, la relatividad y la Neolengua. Impera el fanatismo de lo saludable y somos muy libres de pensar todos a una”. Luego describe la “disneyficación” de la política y la uniformización obligatoria de la sociedad. Desaparece la violencia, pero no para todo el mundo, que sigue habiendo disidentes del justo medio a los que hay que “cancelar” amablemente.

Para terminar, dos cositas que recuerda G. Luri. Uno de esos estudios que hacen las universidades concluye, en coherencia con lo dicho en días anteriores, que “los estudiantes aprenden menos con los profesores fáciles”. Ya saben por dónde va la cosa. Otra "La introducción de la pasión religiosa en la política supone el fin de la honestidad política". Lord Hailsham, citado por Miguel Herrero de Miñón en "Ideas para moderados" (1982). Creo que de esto también dije algo antes.

19 enero 2017

La ternura conduce a las cámaras de gas



Entre muchos otros estereotipos, se dice de los españoles que nos pasamos la vida intentado aprender inglés. Y traigo esto a colación porque soy de los que lamento con frecuencia, haber elegido francés en el instituto. Hoy es uno de esos días.
Leo en el blog de Ángel Ruíz, profesor de filología clásica en Santiago de Compostela, un par de interesantes reflexiones de gente que hoy no puede ser tildada de otra cosa que no sea “contracultural” o si me apuran “transgresora”.
Verán porqué lo digo. Uno se encuentra con gente que, en nombre de la tolerancia, la ternura, la democracia y todo lo bueno y hermoso, está dispuesta a agredir al que no comulgue con tan excelsos valores. Es más, incluso piden que se legisle para prohibir cualquier modo de pensar discrepante y se exige cárcel o reeducación, o ambas las dos, para los peligrosos individuos que se aparten de la senda luminosa de la compasión por narices.
Ese tipo de personas que desde la atalaya de su superioridad moral de estar a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo, no duda en mentir por una buena causa y que te mira como diciendo: “mira, uno que no ama a sus semejantes, odio a la gente que hace eso, deberían encarcelarle o prohibirle existir o algo”.

Perdón, vuelvo a los autores citados, uno es Walker Percy, médico y escritor convertido al catolicismo que en su libro “El síndrome de Tánatos” tiene esta preocupante página:
Es el día de San Simeón el Estilita. El padre Smith, uno de los personajes del libro, continúa hablando contra la ternura que reina en nuestros días.
“La ternura –dice- conduce a las cámaras de gas”. El padre Smith, además, sabe que el pecado, (…), ya no significa nada porque las palabras han sido despojadas de su significado, y es por eso que dice que “Nadie es culpable”. “Todo el mundo parece tener alguna justificación”, continúa. Poco a poco, inflamado por el celo profético, diagnostica el siglo de Tánatos, la cultura de la muerte hablando sobre los crímenes acaecidos durante el siglo veinte: “Nunca, en toda la historia de la humanidad, había habido tantas almas civilizadas, de corazón tierno, como las que habitan nuestro siglo… Pero nunca en toda la historia ha habido tal cantidad de gente asesinada… Las almas de corazón tierno han asesinado a más gente, en nuestro siglo, que los bárbaros en todos los siglos precedentes.”
Esta verdad incómoda suele suscitar debate con la mayoría de los bienpensantes y bienintencionados corazones de hoy que uno se encuentra en cualquier foro.
Sobre este mismo tema el otro autor citado es Flannery O’Connor, escritora estadounidense, también incómoda y “transgresora”. Según lo veía O'Connor, la insistencia actual en la compasión es un remedio secular al deseo de redención. En lugar de pedir cambio moral, el moderno "escritor excusa toda debilidad humana porque la debilidad humana es humana". Pero eso es a lo sumo una suerte de "compasión difusa" y "en este espíritu popular, marcamos nuestra mejora en sensibilidad y nuestra pérdida en capacidad de observar". Aunque "otras épocas" puede que hayan sentido menos, veían más, es decir, que veían con "el ojo antisentimental ... de la fe". Pero ahora, cuando la fe está ausente, "gobernamos por medio de la ternura". Como esa ternura está "separada de la persona de Cristo", se apoya sólo en teorías abstractas, alejadas de la fe. Esa es una situación peligrosa porque "cuando la ternura no tiene conexión con la fuente de la ternura", tiende a hacerse paternalista y a imponerse. Por ello, "su resultado lógico es el terror. Acaba en los campos de concentración y en las humaredas de la cámara de gas".
Y cuando nuestra predicación se queda en lo sentimental y lo paternalista, no estamos conduciendo a Dios, sino al monstruo del sentimentalismo posmoderno, las metáforas para encoger el corazón sólo nos sirven para abrir el paso al maligno alimentándolo con buenas intenciones.
Albert Camus, agnóstico, también llegó a la misma conclusión cuando dijo en su novela “La Peste” que “la buena voluntad sin clarividencia, comete peores crímenes que la maldad”.
Un tema para seguir dándole vueltas. Pero las fuentes están en inglés y yo elegí francés, así que entro en el estereotipo y me lamento. De momento he pedido un par de los libros que están traducidos, ahora tengo que leerlos y entenderlos. Un saludo.

25 octubre 2016

Así es si así os parece.

Decía Luigi Pirandello que “así es si así os parece”. Me sirve esta frase para introducir un concepto que he encontrado en un artículo de Miguel Urmeneta en Aceprensa, la “pos-verdad”. Resumiendo mucho, se puede decir que la verdad no importa, importa la apariencia y la conexión emocional. Así, personajes como Trump o nuestros populistas patrios, se han hecho de una legión de seguidores que escandaliza a quien aún le queden dos dedos de frente. SE entiende que los británicos votaran salir de la Unión Europea a pesar de que objetivamente les convenía muy mucho seguir unidos.
Y es que los hechos no importan, importa ese discurso que apela a los sentimientos y hace que se toleren las mentiras aun reconociéndolas públicamente. Esa conexión emocional y de sentimientos explica también que existan partidos cuyo objetivo es proteger la vida animal no en sentido conservacionista o ecologista, sino igualando a todos los seres vivos en dignidad y derechos, ampliando a los animales el respeto debido (y no siempre tenido) a la vida humana.
La estupidez de esa pulsión animalista llega a tales extremos que asistimos a insultos al torero Víctor Barrio tras su muerte e incluso a su viuda. Más recientemente, hay quién deseo la muerte a Adrián, un niño valenciano de ocho años enfermo de cáncer que desea ser torero y que participó como homenajeado en una corrida benéfica. La “presidenta” del partido animalista mostró su sorpresa porque la gente se escandalizara de esos comentarios infames, mostrando así la verdadera naturaleza de su misantropía psicópata. Los medios lo saben y los titulares no informan, atraen la atención con frases impactantes y las más de las veces desmentidas en el cuerpo de la noticia, pero importa el clic del ratón que hace caja con la publicidad, y que sigas en sintonía mientras un personaje famoso por salir en la televisión corteja con frases estúpidas y superficiales a otra individua famosa por lo mismo. En las redes sociales, fuente de información para muchos, importa lo que sale, lo que circula, lo que otros mandan, aunque sean bobadas extremas como supuestas curas milagrosas, frases sinsentido atribuidas a algún famoso o bulos en cadena sobre cosas sospechosas que la policía no da abasto de desmentir. Se utilizan legiones de seguidores o de robots informáticos para hacer circular opiniones que convienen al partido o denigren, al contrario, porque lo que cuenta es el número y la frecuencia. Es un nuevo estilo de manipulación dos punto cero.
La información que llega por dichas redes sociales es pasiva, no requiere de búsqueda y contraste por parte del receptor, con lo que es terreno abonado para este estilo de pos-verdad, de pensamiento hueco, de transmisión de eslóganes fáciles de repetir, el razonamiento y la búsqueda activa de la verdad están en retroceso. Y todo esto hemos de tenerlo en cuenta, atrae lo impactante mucho más que lo verdadero. ¿Cómo hablar cabalmente de lo que importa en un contexto así? Es la pregunta previa a cualquier discurso sobre Dios, la Iglesia y el ser humano que queramos hacer. “Es aún peor ser ignorante de la ignorancia de uno” decía S. Jerónimo, pero conservo la esperanza de que es posible la novedad y que la verdad brillará por sí misma.

La "pos-verdad"

A veces tengo la sensación de que vivimos una época en que todo es post-algo. Vivimos la pos-modernidad, el pos-franquismo, el pos-marxismo, el pos-cristianismo, la pos-verdad y así podríamos seguir hasta percatarnos que hemos entrado en la posteridad sin darnos cuenta.
Una de las cosas que por las que ya manifesté mi preocupación es esa tendencia a sustituir lo verdadero por lo emotivo, lo objetivo por el estruendo subjetivo de lo que gusta, de lo que queda bien porque encaja en la corrección política al uso. Así, cuando sale un tema espinoso, cuesta debatir basándonos en hechos, datos y objetividades. Se suele recurrir a la comparación, se alude al mal menor, al sesgo del pensamiento mayoritario (sí, ya saben, ese que dice que comamos hierba porque miles de millones de vacas no pueden estar equivocadas), al sentimiento (por supuesto, es lo que me gusta, lo que me apetece y por tanto a lo que tengo derecho) y todo lo demás, no importa. Una frase bonita, bien articulada, que coincida con lo que pienso que debería ser, se convierte en verdadera e incontrovertible.
Pongamos un ejemplo: Un señor llamado Max Neef, economista chileno, afirma para los titulares: “la economía neoliberal mata más que todos los ejércitos del mundo juntos y no hay ningún acusado ni hay ningún preso por ello”. E inmediatamente la reacción de “cuanta verdad” de parte de todos los que soñamos ser progresistas intachables no se hace esperar. Nadie se cuestiona la barbaridad ni ahonda en los datos que deberían darle la razón y que no aparecen por ninguna parte, luego en el cuerpo del artículo salen los temas habituales, y ningún dato. Pero no se pierdan la explicación de cuál es el sistema por el que él apuesta y que llama, en consonancia con lo estupendo de su pensamiento, “economía ecológica” o “desarrollo a escala humana”, por lo visto ahora debe ser escala inhumana, o escala animal o escala marciana, dado que no deben ser humanos los que practican la economía.
Pero no se pierdan la aclaración sobre su tesis: Sobre este punto explicó que "la economía convencional –que es la hija de la economía neoclásica– desde una visión ontológica, se sustenta en una visión mecánica, newtoniana: el humano, la economía y el mundo son mecánicos. Y en un mundo mecánico tú tienes sistemas que tienen partes. Partes que descompones, analizas y vuelves a armar. Del otro lado, la economía ecológica se sustenta en una visión orgánica. Los sistemas no tienen partes, sino que participantes, los cuales no son separables. Lo cual significa que todo está intrínsecamente unido y relacionado. Esto por lo demás ya es un mensaje que hace más de 90 años nos viene dando la física cuántica, pero ese mensaje ha tardado en llegar a las ciencias sociales".
A lo que habría que añadir “y dos huevos duros”. ¿Lo han entendido? ¿A que es bonito? ¿Y eso dónde se está poniendo en práctica? En ningún sitio, es pura farfolla crítica de la que arranca aplausos emocionados, mientras con los ordenadores y móviles de la economía convencional se difunde ese mensaje tan propio del pensamiento “Alicia”. Y el problema es que los cristianos somos proclives a asumir ese tipo de pensamiento acríticamente, porque encaja de alguna manera con nuestros máximos morales, sea real y objetivo o pura ensoñación. Y así alimentamos al monstruo del relativismo sin percatarnos. Pero de esto quizá hablaré otro día.

23 octubre 2016

Si la sal se vuelve sosa...

Hace unos días (por el pasado 4 de octubre)  celebrábamos la fiesta de San Francisco de Asís, hay mucho que aprender del pobrecillo que en pleno siglo de hierro de Europa y la Iglesia, se atrevió a abrazar el camino más insospechado, a evangelizar con la vida y, sólo después, con las palabras. De las florecillas, la narración de la verdadera alegría me impresionó y, de vez en cuando, la recuerdo. Especialmente cuando tras algún trabajo pastoral en el que no puedes evitar implicarte, como dice la canción, con alma, corazón y vida, se produce una de esas situaciones en que los demás te miran como si estuvieras de sobra, como si no pintaras nada en ese momento. Si fuera capaz de vivir ese momento con la calma y la paciencia que S. Francisco proponía, entonces sabría que estoy en el camino correcto.
Esta semana he tenido un interesante debate con una persona que se define como católica comprometida, profesora de universidad en Estados Unidos y catequista de confirmación en su parroquia. En un momento dado la buena señora manifiesta su criterio de que los sacerdotes católicos deberían ser casados. Y hasta ahí bien, es una opinión que lleva mucho tiempo en el candelero y, quién sabe, tal vez algún día esa sea la práctica de la Iglesia, le vengo a decir. Pero cuando intenta fundamentar su opinión entra en un terreno moralmente cenagoso, puesto que a renglón seguido afirma que así los sacerdotes dejarían de ser narcisistas y descomprometidos. Ni el argumento de que no ha hecho un test de personalidad a todos, ni la evidencia que eso es un juicio temerario sobre la generalidad basado probablemente en alguna experiencia personal suya, hacen que se dé cuenta de la barbaridad de juzgar a todos con un criterio tan injusto.
Luego vienen argumentaciones que oscilan entre lo ridículo y lo sin sentido. Que si un ex drogadicto puede ayudar mejor a quien quiera salir de la droga, o la barbaridad de que una persona con problemas de depresión puede ayudar mejor a alguien que tiene depresión (y acabar los dos en el hoyo, supongo), y otros razonamientos similares que nada tienen que ver. Parecer ser que piensa que los curas nacemos en los árboles y que no sabemos nada de cómo es una familia, porque no hemos tenido hijos. En su argumentación el único ginecólogo válido es una mujer que haya tenido hijos, lo demás no sirve igual. Cuando esta senda, absurda, se agota, aparece en el debate la ideología de género que tan de moda está. La Iglesia, si quiere caer bien a los jóvenes y ya no tan jóvenes de hoy, debería revisar su doctrina. ¿Les suena esto? Seguro que han oído a más de uno decirlo. En lugar de evangelizar, deberíamos dejarnos evangelizar y renunciar a la verdad y la razón, para abrazar la convención social y el buen rollo. Jesús no lo supo hacer, por ese camino, hubiera muerto de infarto a los noventa, pero nada, tenía que empeñarse en llevar la contraria y hacer la voluntad del Padre, qué sabrá el Padre Celestial de cómo se convence a la gente.
Y entonces vuelvo a acordarme de S. Francisco y la verdadera alegría. Si fuera capaz de dejarme llamar narcisista descomprometido y carca trasnochado sin perder la calma, sin perder la paz interior que sólo viene de Dios, entonces habría encontrado la verdadera y perfecta alegría. Pero aún estoy lejos por lo visto y actitudes así, de cierto catolicismo “progre” que hace bastante me fascinaba, ahora me produce hartazgo y me recuerda porque los epígonos de esta tendencia me hastían. Acabarán disolviéndose en una tibia nueva era que cae bien y halaga a todos por igual, encerrados en un refugio dónde la verdad no importa, sólo el buen rollo. Pero ya sabemos lo que dice el Apocalipsis sobre los tibios, ¿verdad?

16 abril 2016

El eterno retorno

El refranero español contiene la sabiduría popular acumulada por la experiencia de siglos, lo que nos ayuda a entender que todo lo que vivimos y nos parece nuevo, en realidad ya sucedió, de alguna manera, alguna vez. Como prueba están los refranes sobre el clima: lo mismo te dicen que “en febrero busca la sombra el perro”, para avisarte de una llegada temprana del buen tiempo, que te avisan de que “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. Reflexionando sobre estas cosas me vino a la mente el mito del eterno retorno, la idea de que todo sucede una y otra vez en una cadena de causalidades de la que no es posible escapar. De repente me viene la pulsión de ponerme a explicar en plan profe de filosofía la idea clásica y moderna contenida en este mito, y no, la verdad. Pero me impacta esa variante recogida por Mircea Eliade sobre la pretensión de las religiones, entendidas como fenómeno antropológico, de la búsqueda de volver a una mítica edad de oro a través de un proceso que depende del comportamiento humano que haría posible el advenimiento de esa situación mítica mencionada. Y lo que me llama la atención es que esa pretensión parece vigente hoy más que en las religiones en los partidos políticos de nuevo cuño. Los que prometen la arcadia feliz, la sociedad sin clases, el estado ideal de felicidad permanente, algo que se conseguiría abrazando una ideología que se presenta como nueva (lo nuevo a sustituido a lo bueno en el imaginario popular) y que pretende abarcar la totalidad del pensamiento y comportamiento del individuo. El punto de “eterno retorno” de todo esto viene de que esto ya lo hemos vivido en las ideologías totalitarias
gestadas en el siglo XIX y paridas con sangre y exterminios masivos en el XX. La idea de que se puede intentar lo mismo con diferentes resultados es tan infantil como peligrosa, el mismo Friedrich Nietzsche plantea en la Gaya Ciencia que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable. Lo que nos ayudaría a entender cuál es la situación que estamos viviendo y cómo es posible que tantos propongan la recuperación de voluntarismos totalitarios demostradamente sanguinarios que se presentan como nuevos y como la solución a los problemas.
Visto todo esto lo fácil es caer en la melancolía, en el lamento del “no tenemos arreglo” y, si superas la ira, acabas cayendo en la tristeza o la desesperanza, y entiendes que Nietzsche acabara como acabó. Pero luego lees una glosa de Javier Vicens sobre Cervantes y se te pasa. La comparto con ustedes:
 Si la vida te ha maltratado -parece decir Cervantes- y conservas la sonrisa; si has fracasado y aún tienes el ingenio o el humor necesarios para celebrar los donaires; si la vida te ha mostrado cuanto de miserable hay en ti y en los otros pero no te ha amargado y aún puedes celebrarla con los amigos compadeciéndote de todos, entonces no te ha vencido; te ha convencido: te ha encandilado. Ciertamente el humor no cura las heridas del cuerpo pero, cuando es bueno, cura las del alma. Por supuesto, el sentido del humor no puede librarnos del hambre y del dolor pero puede librarnos de la amargura. Y, sobre todo, es cierto que -como le dice Sancho a su señor- la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Lo dice Sancho. Lo dice llorando pero no amargado. Porque ha aprendido de don Quijote que quien hoy ha sido vencido puede salir vencedor mañana. Murió Cervantes un 22 de abril de 1616. Al día siguiente murió Shakespeare. El español se despedía así de la vida y de los amigos: ¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!

21 octubre 2015

Contra la tristeza

Me van a permitir que este breve espacio haga un acto de resistencia contra lo que la realidad o la actualidad, como quieran llamarla, infunde en quienes estamos despiertos. Y digo de resistencia porque si a algo me induce la mirada al circo patrio es a la tristeza ante la profunda decadencia de ideas y principios en quienes deberían conducir la nación. Ahora toca el estúpido anticlericalismo, con sus gotas de cainismo, para tapar las vergüenzas de la corrupción y el transfuguismo. Es muy socorrido el garrotazo a la Iglesia y a los creyentes para levantar polvareda y que la gente mire en otra dirección. Decía S. Agustín que somos lo que amamos, nos definimos por aquello que elegimos amar. En el caso que nos ocupa, en nuestro presente hay demasiada gente que se define por lo que desprecia, los definen sus odios y los políticos lo saben. Unos lo utilizan con más habilidad y menos escrúpulos que otros. Pero, ¿qué hay si no tras el auge de los radicalismos extremistas más recientes? Parece que es ahí donde quiere pescar el candidato socialista.
Y ante tal ausencia de grandeza, ante tan decadente regreso a lo peor del pasado, uno se siente provocado a la tristeza. Y quiero resistirme a ello, y encuentro en el portal Aleteia los cinco consejos de Santo Tomás de Aquino para vencerla y así no dar ocasión al demonio.


Para el aquinate el primer remedio es un placer cualquiera. Es como si el teólogo de hace siete siglos hubiera ya intuido la idea hoy difundida de que el chocolate es antidepresivo. Puede parecer una visión materialista, pero es evidente que una jornada llena de amarguras recupera muchos puntos gracias a una cerveza en buena compañía.

El segundo remedio propuesto por santo Tomás es el llanto. Es una asignatura pendiente en muchas personas aprender a llorar, saber concederse ese desahogo que rompe el nudo de una melancolía aparentemente invencible.

El tercer remedio es la compasión de los amigos. Ese momento de compartir la intimidad con quien tal vez no diga mucho, pero hace el impagable favor de escucharte de corazón y sin juicios. El daño se redimensiona y parece mucho más pequeño y solucionable.

El cuarto remedio contra la tristeza es la contemplación de la verdad, del fulgor veritatis del que habla san Agustín. Contemplar el esplendor de las cosas, la naturaleza, una obra de arte, escuchar música, sorprenderse por la belleza de un paisaje puede ser un eficacísimo bálsamo contra la tristeza.

El quinto remedio propuesto por santo Tomás es tan accesible como dormir y darse un baño. Como pueden ver, la sensatez del santo es evidente.

Voy a empezar por el principio de la lista este fin de semana y durante la ducha matinal, pondré esa música que estremece el alma.

Se marcharon llorando y vuelven entre consuelos, dice Jeremías, el profeta.

20 octubre 2015

Elijo la alegría

Fuera está lloviendo, las gotas repiquetean insistentes contra el techo, la ventana, las paredes... Mientras suena de fondo una lista musical que se llama "otoño" precisamente.  En la soledad de mi habitación recuerdo una conversación, hoy los niños de sexto han trabajado sobre la alegría. El valor y la experiencia de la alegría. La alegría a la que Jesucristo invita y que nace del encuentro con él. Pero claro, no es tan fácil, nunca lo es. La alegría del encuentro con el amigo, de la visita programada, de la cita en la que el corazón se alegra previamente ante la cercanía del momento. La alegría del encuentro, de la visita inesperada en la que el amigo nos sorprende con su presencia no advertida. Lo crucial es haber vivido esta experiencia, para entender la otra, la relación trascendente, la que va más allá del espacio y el tiempo.
Y también es clave comprender la experiencia contraria, cuando el amigo no llega, cuando su presencia se demora o simplemente ignora el encuentro programado y el corazón se llena de tristeza, de un vacío como hambre de varios días. Decía el sabio que sólo quien ha experimentado la desdicha en algún momento puede comprender verdaderamente la dicha. Pero es tan doloroso.
Yo elijo la alegría, pero acepto lo que la historia me depara.
Pasa casi una hora de la medianoche, sueño, ven pronto y apaga cualquier rescoldo de tristeza.

17 octubre 2015

Homenajes a un perro



El próximo domingo la Iglesia celebra el Domund, ese en que recordamos de forma especial que la misma existencia de la Iglesia es para salir a anunciar y compartir el tesoro de la fe. No necesito insistir en que la tarea comienza en la propia casa, testimoniando, desde la misericordia aquello que es luz de nuestras vidas. Y más allá de nuestras propias casas, grupos, comunidades, pueblos o ciudades, también somos enviados, “en salida” que dice el Papa Francisco, a aquellos lugares donde aún no se conoce el Evangelio. Hace tiempo que descubrimos que en aquellos lugares del África profunda donde difícilmente querría ir nadie, hay misioneros y misioneras. Que cuando la población huye ante la violencia o la enfermedad, los que se quedan o los últimos en irse son esos mismos misioneros.
Hace catorce meses que Miguel Pajares murió afectado por el ébola, él que había elegido vivir su jubilación trabajando en un hospital olvidado de Liberia. No recuerdo haber leído noticia alguna de ese aniversario, igual porque era agosto y las serpientes veraniegas pululaban por la prensa. Pero una mañana me sorprendo con un cartel ocupado por un perro y una leyenda: Homenaje a Excálibur por su primer aniversario. Me froto los ojos y no, no es una broma de esas de internet. Se han convocado concentraciones “animalistas” en diecisiete ciudades españolas de recuerdo y homenaje al perro “ejecutado” según el lenguaje ridículo de los convocantes. Pueden ver carteles con textos como “Excalibur, no te olvidamos”. Me quedo sin palabras y recuerdo aquella frase atribuida a Groucho Marx: “partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria”.
Más recientemente leo que Comunidad de Madrid multará con hasta 30.000 euros a quien abandone o pegue a su perro. Debe ser que como todo lo importante está resuelto ahora están con una llamada Ley de protección de animales de compañía que también prohíbe el sacrificio de los animales abandonados que recogen los servicios municipales. Y si además, sumamos la diarrea de la progresía patria con motivo del día de la hispanidad, la cantidad de memos y memeces que han salido con motivo de esa fiesta, uno está pensando en nacionalizarse transilvano o mudarse a Ávalon o a algún otro país imaginario dónde huir de tanta estupidez. Mientras, abortar a un ser humano seguirá siendo un derecho para esta gente tan “humana”. Supongan las comillas.
El otro día me encuestaba una jovencita a la puerta de un supermercado sobre los toros, los animales en el circo y el maltrato animal en general, sospecho que para algún trabajo de clase. Y me acuerdo de una frase de Erasmo de Rotterdam al respecto de la educación y los responsables de la misma, de los que dice:
"... pero son mucho más felices aún cuando creen haber dado con algún nuevo método de enseñanza, aunque sean puras extravagancias lo que inculcan a los niños (...). Lo que no sé es con qué charlatanería consiguen a la perfección aparecer, a los ojos de estúpidas madrecitas y de padres idiotas, precisamente tal como ellos mismos desean presentarse".