30 agosto 2007

Violencia sin adjetivos.


A veces parecería que necesitamos clasificarlo todo, poner etiquetas para reconocer las cosas que nuestra memoria tiende a olvidar o nuestra inteligencia a no reconocer. Luego vienen las variantes, necesitamos adjetivar también ideológicamente las clasificaciones. Cuando muere una persona a manos de un familiar siempre le hemos llamado "parricidio", aunque la acepción original se refería a la muerte de los padres, su uso habitual define la muerte de un familiar a manos de otro, ya sea padres, hijos, hermanos o cónyuges. Sin embargo, desde que la dictadura de lo "políticamente correcto" se instaló entre nosotros, ha habido un continuo esfuerzo por renombrarlo todo al gusto de dicha corrección políticamente progre y fantástica. Así, de repente, el parricidio se empezó a llamar violencia "doméstica", con lo que la palabra "doméstica" alcanzó un sentido inesperado y trágico, lejos de la inocencia original que provenía de las cosas de casa o hechas para facilitar la vida diaria. No tiene mucho sentido dado que pretende, saltándose el método científico, hacer una correlación y definir por similitud, una tipología de violencia que suele darse en el ámbito familiar. También podría haberse llamado así, violencia "familiar" dado que se produce entre miembros de hecho o de derecho de una familia. Pero esto tampoco es la mejor forma de redefinir el parricidio (que manía con eso). Así que apareció la definición progre e ideológica: violencia "de género", usando aún peor los términos así se ha llegado a etiquetar a la que ejercen los conyuges masculinos contra los femeninos. El esposo contra la esposa, aunque si miramos las estadísticas, la aplastante mayoría de los casos son parejas de hecho que nunca se casaron, del resto la mayoría son casos de separación o divorcio y un número muy menor, matrimonios que no parecía que fueran a llegar a esos extremos según sus vecinos.
En fin, tras esa definición que parece querer decir que los hombres están en guerra contra las mujeres y que la culpa de la violencia la tiene la ideología y las costumbres machistas, vino la solución, hay que prohibir y castigar esa violencia "de género" para acabar con ella. Cuando la situación es inversa, la violencia del cónyuge femenino contra el masculino, no se encuentra definición y dado que las estadísticas son menos relevantes (los hombres no suelen denunciar la violencia ejercida contra ellos por razones culturales) no se contempla apartado específico para estos casos. Y así se han hecho leyes y reglamentos que prohíben y castigan cualquier conato de esa violencia "de género". El resultado, si miramos las estadísticas, ha sido que todo sigue igual sólo que a los culpables se les castiga más duramente, lo que tranquiliza a la sociedad y deja absolutamente indiferentes a las víctimas dado su situación de descanso eterno. Lease esta ironía como una queja por lo absurdo que resulta prohibir el mal y perseguir a los malos cuando se ha estado reclamando la absolución de toda escala de valores y se entroniza el egoísmo como criterio superior de comportamiento, cuando no se plantea mejor prevención que la amenaza con el castigo y la solución parece ser poner un policía a la puerta de cada mujer amenazada.
Los políticos de turno, que no pueden consentir turbación en el paraíso que nos construyen con nuestros recursos, se lavan las manos con el castigo y la condena. Nunca admitirán que tal vez hay que facilitar y promover las iniciativas ciudadanas que faciliten el diálogo y el tratamiento (asesorías familiares, consultores, mediadores, etc.) si no es bajo su control y ya sabemos lo caro que le sale a la administración cualquier montaje.
Tras el último asesinato de una mujer a manos de su "compañero sentimental" como lo definen los medios, es decir, tras el parricidio de Paca P. no puedo menos que opinar. Y creo que sólo se pueden prevenir estos hechos creciendo y transmitiendo valores. En este sentido, para mí el referente de valores es el Evangelio, el que ama da la vida por lo amado, es la máxima que sirve de criterio último y único. Para llegar ahí es cierto que necesitamos sacrificio y esfuerzo (cosa que la sociedad politicamente correcta no valora adecuadamente), entrega, aprendizaje, compromiso, en definitiva, ese tipo de cosas que hacen que la vida, la propia, sea valiosa y deje huella, aunque sea una huella pequeña ("unos treinta, otros sesenta, algunos ciento") pero necesario.

25 agosto 2007

El expreso llega a la estación de Septiembre.


El mes de agosto pasa rápidamente y uno pasa por él con demasiada celeridad. Quizá echo de menos esa edad en la que los veranos son interminables y hay tiempo para todo. Al fin me he decidido a escribir algo, tras veinticinco días de silencio. Muchas cosas que decir, espero encontrar las palabras adecuadas. Hoy os traigo un comentario sobre un post ajeno, en el blog "Jóvenes cristianos en acción", encontré hace tiempo este párrafo que ahora os ofrezco, si alguien es enseñante o alumno, lo entenderá mejor:
"Yo veía –me contaba con cara seria David, un chico de quince años, refiriéndose a uno de sus profesores– que aquel hombre lo pasaba realmente mal en nuestra clase. "
Y entonces me acordé de que ese profesor nuestro tendría mujer, y seguramente hijos. Y pensé en ellos, en que probablemente le estarían esperando esa noche para cenar, y le llamarían de tú, y le darían un beso al llegar a casa. Tenían este padre grandote y cansado, digno de todo cariño, al que nosotros estábamos impacientando y despreciando con aquel barullo."

Pensé poner como único comentario que ¿y si ellos son, para ti, tus hijos y tu esposa, lo más importante? ¡Cuánto puede llegar a ser el cansancio y la soledad en ese caso! Pero no sería justo no añadir que yo encuentro, con frecuencia, miradas de empatía y complicidad en más de un alumno. Y eso se agradece y te ayuda a no rendirte en el trabajo cotidiano.

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