19 enero 2017

La ternura conduce a las cámaras de gas



Entre muchos otros estereotipos, se dice de los españoles que nos pasamos la vida intentado aprender inglés. Y traigo esto a colación porque soy de los que lamento con frecuencia, haber elegido francés en el instituto. Hoy es uno de esos días.
Leo en el blog de Ángel Ruíz, profesor de filología clásica en Santiago de Compostela, un par de interesantes reflexiones de gente que hoy no puede ser tildada de otra cosa que no sea “contracultural” o si me apuran “transgresora”.
Verán porqué lo digo. Uno se encuentra con gente que, en nombre de la tolerancia, la ternura, la democracia y todo lo bueno y hermoso, está dispuesta a agredir al que no comulgue con tan excelsos valores. Es más, incluso piden que se legisle para prohibir cualquier modo de pensar discrepante y se exige cárcel o reeducación, o ambas las dos, para los peligrosos individuos que se aparten de la senda luminosa de la compasión por narices.
Ese tipo de personas que desde la atalaya de su superioridad moral de estar a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo, no duda en mentir por una buena causa y que te mira como diciendo: “mira, uno que no ama a sus semejantes, odio a la gente que hace eso, deberían encarcelarle o prohibirle existir o algo”.

Perdón, vuelvo a los autores citados, uno es Walker Percy, médico y escritor convertido al catolicismo que en su libro “El síndrome de Tánatos” tiene esta preocupante página:
Es el día de San Simeón el Estilita. El padre Smith, uno de los personajes del libro, continúa hablando contra la ternura que reina en nuestros días.
“La ternura –dice- conduce a las cámaras de gas”. El padre Smith, además, sabe que el pecado, (…), ya no significa nada porque las palabras han sido despojadas de su significado, y es por eso que dice que “Nadie es culpable”. “Todo el mundo parece tener alguna justificación”, continúa. Poco a poco, inflamado por el celo profético, diagnostica el siglo de Tánatos, la cultura de la muerte hablando sobre los crímenes acaecidos durante el siglo veinte: “Nunca, en toda la historia de la humanidad, había habido tantas almas civilizadas, de corazón tierno, como las que habitan nuestro siglo… Pero nunca en toda la historia ha habido tal cantidad de gente asesinada… Las almas de corazón tierno han asesinado a más gente, en nuestro siglo, que los bárbaros en todos los siglos precedentes.”
Esta verdad incómoda suele suscitar debate con la mayoría de los bienpensantes y bienintencionados corazones de hoy que uno se encuentra en cualquier foro.
Sobre este mismo tema el otro autor citado es Flannery O’Connor, escritora estadounidense, también incómoda y “transgresora”. Según lo veía O'Connor, la insistencia actual en la compasión es un remedio secular al deseo de redención. En lugar de pedir cambio moral, el moderno "escritor excusa toda debilidad humana porque la debilidad humana es humana". Pero eso es a lo sumo una suerte de "compasión difusa" y "en este espíritu popular, marcamos nuestra mejora en sensibilidad y nuestra pérdida en capacidad de observar". Aunque "otras épocas" puede que hayan sentido menos, veían más, es decir, que veían con "el ojo antisentimental ... de la fe". Pero ahora, cuando la fe está ausente, "gobernamos por medio de la ternura". Como esa ternura está "separada de la persona de Cristo", se apoya sólo en teorías abstractas, alejadas de la fe. Esa es una situación peligrosa porque "cuando la ternura no tiene conexión con la fuente de la ternura", tiende a hacerse paternalista y a imponerse. Por ello, "su resultado lógico es el terror. Acaba en los campos de concentración y en las humaredas de la cámara de gas".
Y cuando nuestra predicación se queda en lo sentimental y lo paternalista, no estamos conduciendo a Dios, sino al monstruo del sentimentalismo posmoderno, las metáforas para encoger el corazón sólo nos sirven para abrir el paso al maligno alimentándolo con buenas intenciones.
Albert Camus, agnóstico, también llegó a la misma conclusión cuando dijo en su novela “La Peste” que “la buena voluntad sin clarividencia, comete peores crímenes que la maldad”.
Un tema para seguir dándole vueltas. Pero las fuentes están en inglés y yo elegí francés, así que entro en el estereotipo y me lamento. De momento he pedido un par de los libros que están traducidos, ahora tengo que leerlos y entenderlos. Un saludo.
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