13 febrero 2014

Bienvenidos a la máquina...

El otro día alguien compartía una de esas frases que te dan que pensar, por lo profundo o por lo irónico. En este caso era lo segundo. El adagio venía a decir lo siguiente: “Aquí todo el mundo va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío”. Tras esbozar una sonrisa, la verdad es que me hizo pensar un rato en cómo se ha instalado el egoísmo como actitud digamos que por defecto, en la sociedad actual.
 En el trasfondo de muchas de las encendidas llamadas a proteger libertades y derechos de nuevo cuño, demasiadas veces hay una defensa del egoísmo de poder hacer lo que me dé la gana, que nadie interfiera a no ser que sea perjudicial, e incluso si es perjudicial para mí, que tampoco interfieran, ¿no soy acaso el dueño absoluto de mí mismo en todos los aspectos? Desde esta perspectiva se entiende la extraña defensa del “suicidio asistido”, el aborto o cualquier otra barbaridad evidente. Es mi decisión, es mi vida y en mi vida mando yo, hasta el punto de renunciar a ella si fuera preciso. También resulta curioso encontrarse en esta trinchera de defensa del egoísmo a grupos ideológicos críticos con el individualismo liberal o neoliberal. Por la mañana critican el liberalismo y por tarde se manifiestan a favor del individualismo neoliberal más furibundo y carente de valores humanos. La verdad es que a veces no entiendo nada. Es aterrador contemplar en las postrimerías de la posmodernidad, cómo se defiende una cosa y la contraria a golpe de sentimentalismo.
Un ejemplo, el argumento ético contra el suicidio en el pensamiento clásico es que es un atentado contra sí mismo, pero también un daño a la sociedad de la que se forma parte. Entendiendo que la sociedad son tus semejantes más cercanos con los que guardas una relación e intercambio. Kant argumentará desde la filosofía ilustrada que la vida humana no puede ser un medio ni siquiera en ese punto. Y las filosofías colectivistas mal llamadas progresistas suelen pensar que el individuo se debe al grupo, a la humanidad, y la autoextinción no parece un acto en el que se piense en el grupo a no ser que sea un suicidio altruista, lo que pasa muy pocas veces, ya que el debate hoy es sobre la eutanasia, es decir, auntoinfligirse la muerte deliberada y voluntariamente normalmente para huir de una situación que se juzga como de un dolor insoportable.
Y aquí entra otro concepto, “dolor insoportable” y “calidad de vida”. Algo tan subjetivo que debatirlo nos llevaría demasiado tiempo. Al final todo se reduce a un acto de supremo egoísmo en el que se elige renunciar a lo más específicamente humano: la libertad (suele decirse que el suicidio es una solución permanente a un problema temporal) y la misma vida que es el soporte de todo los demás derechos. En un ambiente en que cada vez hay una menor tolerancia a la frustración y que el bienestar, la belleza, la juventud y la fuerza se exaltan como absolutos y se educa para la apariencia, es perversamente razonable que cuando eso desaparezca, la vida se vuelva invivible. Hablar hoy de entereza para afrontar el dolor, de entrega y acompañamiento del que sufre, de humanización del dolor y la enfermedad, parece una herejía del pensamiento posmoderno. La eutanasia, que no es morir dignamente, sino provocarse la muerte antes que ésta llegue ya sea por propia decisión o de la familia y los médicos, ha venido para quedarse. Bélgica acaba de aprobar la eutanasia infantil sin límite de edad, Holanda también, dicen que con muchas salvaguardas. No me las creo. ¿Es más humano darle muerte al niño o niña en fase terminal? ¿O que sienta el amor de su familia y la ayuda de la medicina para salir de este mundo sintiéndose amado hasta el último momento? Y lo mismo para un adulto. Cuando se le hacía este planteamiento a muchas personas que se enfrentaban a la enfermedad, entendían que preferían lo segundo, cuidados y cariño de los suyos. Pero volviendo al principio, el egoísmo se ha instalado como una opción vital razonable, con todos sus excesos, como es normal. Y de este tronco solo pueden salir frutos podridos. ¿Saben lo más inquietante? Que muchas de estas cosas me recuerdan a las más tremendas distopías de la literatura reciente. Un mundo feliz, 1984, la fuga de Logan, y otras obras similares tienen desarrolladas estas ideas, sociedades terribles donde el ser humano ha perdido su humanidad. Bienvenidos a la máquina.
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