29 diciembre 2014

Malos tiempos

Decía un escritor de cierta reputación que “estos son malos tiempos, los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros”. El autor de la frase en cuestión, con la que fácilmente ustedes y yo podemos estar de acuerdo, es nada menos que Marco Tulio Cicerón que vivió en el siglo I a.C. 
Esto nos hace pensar que si creemos que nuestros males son específicos de la modernidad o posmodernidad, estamos bastante equivocados. Digamos que la humanidad no ha avanzado tanto como cree y que cada generación y cada individuo tiene que recorrer su propio camino de humanización y conquista de la sabiduría. Al menos en las dosis necesarias para que la palabra civilización adquiera sentido y superemos el barbarismo básico de vivir según los instintos y el egoísmo más craso. El problema en nuestra sociedad posmoderna es esa vuelta al instinto y al sentimiento descarnado que se pregona día a día en los foros de expresión pública. Da la impresión de que hemos renunciado a la pensamiento para vivir instalados en la irracionalidad, e incluso esto no es nuevo, aquél movimiento romántico del diecinueve ya puso en marcha la superación o el regreso del racionalismo de la ilustración que había pretendido explicarlo todo y basar las relaciones humanas en la fría lógica del pensamiento y la razón. A cambio, parece que hemos vuelto a dejarnos arrasar por el irracionalismo. 
Cuando ante un hecho objetivo como por ejemplo el aborto que comporta la muerte de un ser humano, la respuesta es un supuesto derecho ¿a matar al hijo concebido? O la tremenda frase de “si el embarazo no deseado le pasara a alguien de tu familia, ¿qué harías?”, uno se queda sin argumentos, no porque no los haya, sino porque la otra persona se encuentra en un nivel dónde ni la razón ni la misma fuerza de los hechos le va a impedir seguir pensando o haciendo lo que le conviene. Contra el absurdo y el sentimiento, no hay explicación posible. 
Una sociedad así, que pregona que debes hacer lo que te gusta, lo que te apetece, lo que te da la gana, que eso es la libertad, luego reacciona escandalizada cuando a algunos individuos resulta que lo que les gusta, les apetece o les da la gana es salir a partirles la crisma a los del equipo contrario. ¿Y qué razonamiento les convencerá de eso está mal o es indeseable? ¿No pueden hacer lo que quieran con su vida? ¿Qué institución está en la posición ética de imponer unos límites si llevamos tanto tiempo diciendo que no hay límites, que no debe haber límites, que es muy retrógrado eso de poner límites? Todos hemos leído o escuchado esa inmensa majadería tan de moda de que lo mejor que se puede hacer con una tentación es caer en ella. Y luego nos extraña que si al personaje lo que le apetece es cascarle a su cónyuge o engañar a hacienda, lo haga y se sienta tan legitimado. 
Me dirá alguno, “pero es que no es eso”. Bueno, cuando das permiso para romper farolas, no te extrañe que se acabe asesinando a alguien. Rotas las barreras, la riada es incontenible. Y para que no sea así no basta con desearlo o escandalizarse con un ataque de hipocresía que no se cura con un susto, es preciso reconstruir al ser humano dañado que abandonado a sí mismo y sus instintos no se parece al buen salvaje del filósofo ni de lejos. Es preciso conquistar la humanidad y su marca de racionalidad que es lo que hace de la convivencia humana civilización y cultura.

25 diciembre 2014

La moral promedio y la total ausencia de la misma

Permítanme comenzar citando al filósofo Robert Spaemann, que en su obra “Sobre Dios y el mundo. Una autobiografía dialogada” afirma que «Siempre es discutible pretender deducir propuestas normativas a partir de datos estadísticos. (…) Kant dijo una vez: “Es plebeyo apelar a la experiencia en cuestiones de moral”. En todas las culturas más desarrolladas hay una clara discrepancia entre la conducta de la mayoría y la que la gente aprueba. Cuando el abismo desaparece, entonces eso quiere decir, o bien que todos los hombres son santos, o, por el contrario, que se han venido abajo las costumbres. Esto último es lo peor, cuando el comportamiento de la mayoría se tiene como norma». 
Y por tanto qué decir del miserable cálculo electoral que hubo tras la retirada de la ley del aborto que, lejos de ser la solución, iba a ser al menos una norma de mal menor que intentaba esquivar la barra libre para el infanticidio indiscriminado que es la ley de plazos actual. Digan lo que digan los teóricos de la infamia, cuando algo se puede hacer se hace. 
La posibilidad de la llamada píldora del día después no ha servido para solucionar algunos casos de despiste sino que se ha convertido para muchas usuarias en la costumbre, desplazando la norma del sentido común y la prevención a la hora de mantener relaciones promiscuas. Dicho de otro modo, hay menos precaución porque siempre está ahí esa pastilla milagrosa, con lo que se usa mucho más de lo que nadie pudiera imaginar por peligrosa que sea. Y con el aborto pasa lo mismo, si se puede abortar en cualquier momento sin consentimiento paterno incluso en el caso de las menores, el hecho es que se utiliza como método anticonceptivo de forma indiscriminada. Que lo que se mata sea un ser humano parece dar igual cada vez más a quienes gritan que es un acto de libertad, terrible forma de definir ese homicidio de inocentes. 
Pero volviendo al principio, si la moral de esta sociedad va a ser el promedio del comportamiento de la mayoría, estamos perdidos y el escándalo por la corrupción es más una declaración de envidia que una verdadera crítica al latrocinio institucionalizado, por poner un ejemplo. Parece que ante la dificultad de alcanzar nuestros principios éticos, hemos decidido abolirlos y sustituirlos por un consenso vacío que declara bueno lo que les parece a los que gritan más fuerte y alcanzan el poder en los medios, es lo moderno, es lo actual y punto. 
Y ya que estamos, la escandalera que algunos montaron con la carta del obispo Reig Plá sobre el aborto por su, a su juicio, exageración al comparar los trenes abortistas con los que llevaban los judíos a los mataderos nazis, es del todo curiosa viniendo de quienes gritan ¡genocidio! ante cualquier cosa y callan cuando llegan verdaderos genocidios como lo que está sucediendo en Siria e Irak. Situación ante la que permanecen callados como rameras (porque queda feo decir putas, ¿no?). 

En fin, un chiste de confesionario verídico como la vida misma tomado del blog de un cura:
-Padre, es que siempre tengo que confesarme de lo mismo.
+Es que hasta que no caes en lo mismo no vienes a confesarte.

Aspiren a más, a mucho más y que la gente lo note, lo estamos necesitando.

Cómo no, Feliz Navidad.

19 diciembre 2014

Sociedad enferma...

Creo que nuestra sociedad está enferma de exceso de información. Amontonamos datos y más datos que cada vez nos llegan en oleadas más grandes y por medios más sofisticados e inmediatos sin capacidad de procesarlos adecuadamente. El resultado es triste de contemplar, pues lejos de alcanzar la sabiduría, la excesiva información produce nuevas patologías. 
Un ejemplo es la ortorexia, la obsesión patológica por la comida denominada sana, biológica, orgánica o similar. Cada día medios de todo tipo depositan en nuestro imaginarios miles de imágenes, mensajes, ideas, eslóganes, etc. Que no somos capaces de comprender en su complejidad. En parte porque nos falta perspectiva, o porque nos falta tiempo y capacidad de decodificación de los mensajes que tratan, más allá de informarnos para que nos formemos nuestra propia opinión, de darnos la opinión ya formada para que la aceptemos como nuestra, es el funcionamiento de lo políticamente correcto, mensajes sobre lo que se debe pensar y creer como aceptable en la sociedad de hoy, de forma que el que discrepa, aunque sea razonadamente, es condenado a las nieblas exteriores. 
Otro ejemplo, el otro día un tertuliano llamaba imbéciles a los eclesiásticos que opinaban diferente a lo oficial sobre el tema de la homosexualidad, aquella vieja discusión de si es natural o adquirido. El otro apostillaba sugiriendo si esa opinión no debería ser un delito y, como tal, perseguido. El oyente solo puede asentir a tan sesudas interpretaciones, o ser proscrito también si discrepa. Ya se sabe, fuera hace frío, asiente no vaya a ser que… los mismos que se amparan en la libertad de expresión la condenarán si es para opinar diferente. Es la feria de los hipócritas llevada al extremo. En este lado de los creadores de opinión, la gente se siente bien y satisfecha consigo misma si percibe que su armario de ideas y conceptos, aquellos criterios que elige como los que conforman su visión de la vida y de los demás, son los correctos, los aceptados y aceptables. Está a favor de lo bueno y en contra de lo malo, de que la gente trabaje y no esté en el paro, de que haya sanidad y educación para todos, de que todo el mundo haga lo que quiera y sea feliz con ello (aunque eso implique conductas disfuncionales, mientras no les toque a ellos personalmente no es un problema), de que llueva en invierno y haga sol el verano, de que el protagonista mate al malo al final de la película y todo termine con las notas de una canción emocionante. Se viste siguiendo la moda, come o piensa que debe comer sano (la mayoría de las veces sólo esto último), va a los lugares donde va la gente y rehuye los espacios vacíos (como si la ausencia de masa humana le diera cierto vértigo). Y así en una larga lista de actitudes que procuran cambiar para adaptarse a lo socialmente aceptable, incluso cuando protesta y disiente lo hace de modo organizado, en la línea que se debe protestar y contra los que se debe protestar. Que si eso mismo lo hacen los otros, no es lo mismo, donde va a parar. El resultado es ese pensamiento mágico o whisful thinking que cree que pensar y opinar lo correcto y estar al lado de lo aceptable, hará que pase sin más planteamientos y sin un conocimiento certero de cómo es la realidad y cómo son los seres humanos. Que tampoco tiene que hacerse nada, basta con tener buenos sentimientos… 
Una gran crisis para este tipo de personas es cuando se dan cuenta de que tener buenos sentimientos no sirve de nada si no te lleva a actuar en compromisos concretos, si no se manifiesta en acciones. Eres lo que haces, no lo que piensas. Lo que eres por dentro sólo importa por lo que te hace hacer, lo demás es simple e inútil buena voluntad
La segunda gran crisis es cuando esta persona intenta hacer algo y tropieza con sus propios límites, por una parte descubre que las cosas parecen mejores en el mundo de las ideas, pero que en la realidad las cosas son sutil o bruscamente diferentes, empezando por sus propias resistencias y debilidades que le ponen por delante el desafío de mejorar. Y resulta que todo dentro del individuo va a resistirse a cambiar. Lo otro es más cómodo, el egoísmo de vivir instalado en la zona de confort de la opinión prefabricada y los eslóganes de moda se resiste a dejar el sofá de una vida anodina y borreguil. Pero es lo que hay si quieres ser algo más que un estúpido depósito de ideas y opiniones ajenas, de conceptos políticamente correctos y a la moda. Y la gran pregunta para despedirme hoy, ¿están cómodos en su zona de confort?

18 diciembre 2014

Luz

Un sabio maestro, contó a sus discípulos la siguiente historia: 
“-Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían ver casi nada. Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así, compartiendo la llama con todos, la caverna se iluminó”. 
Uno de los discípulos preguntó: 
“-Qué nos enseña, maestro, este relato?” 
El Sabio contestó: 
“-Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que por el contrario la hace crecer.”

01 agosto 2014

Ilusión

El último nivel de metáfora en los libros de Alicia es éste: que la vida, vista racionalmente y sin ilusión, aparece como un cuento carente de sentido relatado por un matemático idiota.

– Martin Gardner en Alicia anotada

Vía Microsiervos.com

29 mayo 2014

Y usted, ¿por qué no se suicida?

Me parece innecesario recordar, a toro pasado, que las elecciones europeas siempre nos dejan sorpresas. Todos ganan, unos porque sacan más que los demás, aunque no tanto como esperaban, otros porque pierden menos de lo esperado o se hacen fuerte en regiones en las que han sustituido a la misma sociedad civil y son casi de su exclusiva propiedad, los demás porque logran algo en vez de nada que era el punto de partida.  En cualquier caso no es sorprendente el auge de los populismos más extremos, si en el pasado se podía elegir en situaciones similares a Ruiz Mateos, Jesús Gil o Cicciolina (¿se acuerdan de esta estrella del porno metida a política?), en el presente la tendencia mira más por quienes prometan ríos de leche y miel o un sueldo a costa del estado a todo hijo de vecino. Es lo típico de las crisis, y en Europa se impone cierto giro a la extrema derecha, mientras que en España, tal vez por la historia reciente, se impone una extrema izquierda bolivariana cargada del populismo más casposo, adjetivo que suelen usar mucho para referirse a otros. ¿Consecuencias? Páginas de análisis atinados y desatinados, personajes mediáticos haciéndose un hueco en la constelación de las celebridades y, como suele decirse, la constatación de un adagio, el populismo no da de comer más que al que lo ejerce. Que los otros partidos tomen nota y, superando tentaciones de hacer lo mismo, se atrevan a hacer lo que tienen que hacer. Nada nuevo, otra vez.
Por cierto, ayer mientras programaba actividades con un par de colaboradoras, salía el tema del poco tiempo, el estrés y la necesidad de un merecido descanso que empezaba a hacerse patente. Lo curioso es que había leído recientemente un artículo que expresaba la necesidad de cierto nivel de estrés que nos provoque activación y nos mueva a lograr las metas. Suelo decir con frecuencia que hay gente muy ocupada que tiene tiempo para todo y gente muy desocupada que no tiene tiempo para nada. Se cumple aquella afirmación evangélica de que el que entrega su vida la gana y el que la quiere conservar la pierde.  

El artículo citado tenía como tremendo título el siguiente: “Y usted, ¿por qué no se suicida?”. La verdad es que llama la atención. La autora venía a constatar que en estos tiempos de crisis aflora un concepto que suele ser bastante técnico como es el de la resiliencia. En el ámbito de la psicología se refiere a patrones de adaptación positiva en el contexto de riesgos o adversidades significativas. Dicho de otro modo, la capacidad de adaptarse, hacerse fuerte, comprometerse y salir adelante cuando aparecen graves problemas en la vida de las personas y todo se vuelve incierto.
En los tiempos difíciles que corren para tantos, cada uno se enfrenta a esas dificultades a la medida de su fortaleza interior y de los valores que le dan sentido a su vida. Citaba la autora a Victor Frankl, que tras vivir el horror de los campos de concentración nazis en primera persona, elaboró una terapia en la que empezaba haciendo esa pregunta a sus pacientes: ¿Usted por qué no se suicida?, es decir,  qué hay que le da sentido a su vida por encima de todo, especialmente en esos momentos de dificultad cuando muchas cosas parecen carecer de importancia y los obstáculos y el sufrimiento parecen insalvables. Encontrar ese deseo y motivación es el punto de partida para empezar un proceso de construcción de una persona resistente (quizá resiliente) a los problemas, con un objetivo vital y un motor que le empuja a alcanzarlo.  Es preciso que no nos quedemos estancados en la cultura de la queja y que vayamos más allá.
Cuando el hombre encuentra un sentido a su vida, cuando tiene un objetivo, una meta a la que desea llegar, no habrá obstáculos suficientes para hacer que se detenga, aprenderá a sobrellevar las cargas, sean físicas o emocionales.
F. Niestzsche afirmó: Quien tiene un por qué para vivir es capaz de soportar casi cualquier cómo.

09 mayo 2014

El delito de meter la pata delante de la televisión



Ryszard Kapuscinski llamó periodismo de rebaño al que se hace sin criterio propio y de acuerdo con lo que hacen los demás para neutralizar la fuerza y calidades de la competencia. Por eso las ruedas de prensa se convierten en la principal fuente de información, los reporteros se aglomeran en los mismos sitios y alrededor de los mismos personajes y todos reproducen los mismos boletines y comunicados. El resultado es que la información en todos los medios es la misma y que cualquier periódico o noticiero da lo mismo, porque todos son prescindibles.
Tal aserto, incluido en un manual de teoría del periodismo, sirve más como  previsión del ejercicio de tan necesaria profesión que como vacuna contra el vicio de practicar el periodismo de rebaño o el amarillismo más descarado. Digo esto, porque la noticia, o mejor dicho, la no noticia de las opiniones de un párroco de un pueblito de nuestra Andalucía, han llegado a ser dignas de boletín de Europa Press y carnaza del amarillismo sensacionalista que antes mencionábamos como peligro y hoy es triste realidad.
Las cohortes del pensamiento políticamente correcto de todo el espectro político han opinado sobre la opinión y han hecho todo tipo de incalificables interpretaciones de las desafortunadas y erróneas palabras del pobre cura que añoraba tiempos menos malos, aunque no expresó tan claramente que también eran malos.  Desafortunadas porque la comparación es entre susto o muerte, y claro elijo susto. Erróneas porque no responden a la realidad de las estadísticas, cosa que los medios tampoco se preocupan de poner de relieve a no ser que no les quede más remedio. Ya saben, que la realidad no te estropee un buen titular. Desafortunadas y erróneas porque son susceptibles de ser malinterpretadas, sin mucho esfuerzo, como una defensa del maltrato por más que eso ni se le pasara por la imaginación al pobre autor. En el mundo de la farándula y el amarillismo, parecerlo es casi peor que serlo.
En fin, el cura y su obispado han pedido disculpas públicas no se sabe muy bien por qué, a no ser que tener una opinión equivocada y manifestarla en público sea susceptible de persecución o delito de algún tipo. Cosa que todavía no, pero ya llegaremos. (A todo esto, la televisión local que hizo el corte y lo difundió también iba a entrar a grabar nada más si yo podía evitarlo).
Por cierto, en la misma semana había un tuit de un dirigente del sindicato de empleados públicos de la comunidad valenciana que manifestaba su preferencia por empalar al cura de una parroquia de Valencia que había resultado agredida días antes, y parece que tal expresión de odio e incitación a la violencia por escrito no fue digna de titular, ni boletín de Europa Press. Supongo que tener un vídeo es más eficaz que tener que leer una opinión por bestia que esta sea. Se hace noticia lo que vende, insisto, amarillismo puro y ausencia de deontología profesional. Nada nuevo.
Hay otra afirmación que me deja pensativo en el manual de teoría del periodismo de Lorenzo Gomís, dice que “Los medios influyen más que en configurar la opinión de la gente sobre los asuntos pendientes, en convencer a todos de que estos son efectivamente los asuntos decisivos. Habrá posiciones encontradas para resolverlos, pero se dará por supuesto que estos son los asuntos que hay que ventilar.”
¿Y usted de qué habla mientras desayuna en el bar o con los amigos? ¿De lo que sabe que ha pasado o de lo que ya le han dado primorosamente interpretado y opinado para sólo tenga que manifestar su escándalo o aprobación según el caso? ¿Es de los que por más que lo niegue se sienta ante unos medios que presentan una "oferta que se basa en la exhibición de la intimidad, el menoscabo de la dignidad y la beatificación de la tontería."? Siga así, apague el pensamiento pero no la televisión, no lea entre líneas, no mire más allá, no está pasando nada que deba conocer, le decimos lo que le importa saber. Bienvenido a 1984.
Buenas tardes y sean críticos, pero no lo confundan con ser criticones, que no es lo mismo, ¿eh?

(Nota para despistados: la opinión de marras, como ya he dicho, me parece desafortunada por el momento y el lugar, errónea porque no responde a la realidad y una estupidez desde el punto de vista de aquello de "cualquiera tiempo pasado fue mejor", pero como diría Voltaire, defiendo su derecho a meter la pata y no ser objeto de escarnio amarillista).

24 abril 2014

Octava de Pascua



«Cuando considero la breve duración de mi vida, absorbida en la eternidad que la precede y la que la sigue, el pequeño espacio que lleno y cuando, por lo demás, me veo abismado en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y que me ignoran, me aterro y me asombro de verme aquí antes que allá, ya que no hay razón para esté aquí antes que allá, para exista ahora más que entonces. ¿Quién me ha puesto aquí? ¿Por orden de quién me han sido destinados este lugar y este tiempo? El silencio eterno de los espacios infinitos me aterra, ¡cuántos reinos nos ignoran!». Reflexionaba Blas Pascal, el matemático, físico, filósofo cristiano y escritor.
Me ha parecido sugerente la cita cuando nos enfrentamos en estos días de la octava de pascua al abismo misterioso de la resurrección de Cristo. No sé ustedes pero cada vez que llega este tiempo uno tiene la oportunidad de reflexionar más profundamente y ahondar en el intento de comprender un poco mejor el Misterio. Y siempre acaba, indefectiblemente, por llegar la misma conclusión: “Tu mar es grande Señor, y la barca de mi vida  y mi entendimiento muy pequeña”. Y así anda uno en el dilema de si confiar y remar mar adentro o buscar playa segura lejos de la aventura de la fe, enterrando el don y apagando la llama que el encuentro con el resucitado enciende en el corazón.
El caso es que la respuesta al dilema puede parecer fácil y no lo es. Lo fácil es saber la respuesta, lo complicado, lo comprometedor es vivir la respuesta, es elegir el camino y andarlo, es afrontar el oleaje y el viento contrario o, si es el caso contrario, vivir con la conciencia de la total falta de sentido de una vida que ha perdido su propósito y ha renunciado al riesgo y la confianza, que se ha encerrado en lo conocido, en lo habitual y en lo que todos aprueban como seguro y confortable.  Así que, perdonen la impertinencia, pero no es lo mismo saber el camino que recorrer el camino, porque no es lo mismo ser espectador en la vida, siempre dispuesto a juzgar la vida de los otros que ser actor y vivir con el arrojo del resucitado en el compromiso y el esfuerzo que lleva a correr riesgos, a dar la cara, a buscar la verdad.
¿Qué quiero decir? Que ya está bien de vivir buscando seguridades, sin abandonar la tan manida zona de confort, de vivir la semana santa a la carta, instalados en lo estético y guardando el traje el domingo de pascua hasta el año que viene. De salir corriendo de Jerusalén el domingo por la tarde sin pensárselo dos veces y creyendo que hemos hecho lo correcto porque nos huele el  vestido a incienso y cera, o la camiseta a sudor. Que ya está bien de confundir fe con sentimentalismo facilón y sentido de la transcendencia con gusto por la estética barroca.
Vamos que sí el domingo de pascua tú no estás estupefacto contemplando la tumba vacía, si no te arde el corazón escuchando como la escritura te explica incansablemente lo que ha pasado, si no eres capaz de caer de rodillas ante el gesto del pan partido, entonces esta semana ha sido una inmensa pérdida de tiempo en la que te lo has pasado de fábula, eso sí.
He leído por ahí un comentario socarrón pero creo que acertado que decía tal que así: Llega la semana santa y aparecen las nubes de lluvia, así que, cofrades, Dios existe y lo tenéis hasta las narices. Dicho sea con ánimo jocoso.
Feliz octava de pascua.

13 marzo 2014

Aniversarios e imputaciones...



Se cumple un año de la elección del Papa Francisco. Con motivo de tan eclesial efeméride es fácil recordar la sorpresa que supuso dado que ni los más avezados “vaticanólogos” habían predicho que fuera él el elegido. Un año después, todos aquellos especialistas en conocer los entresijos más recónditos de la iglesia, los obispos y sus planes más misteriosos, vuelven a la palestra para hacer análisis entusiastas del “cambio de rumbo” de la Iglesia. Uno, que ya viene curado de espanto en cuanto a las sorpresas que la todología nos depara cada día, no deja de sonreír socarronamente ante algunos asertos, que parecería que hay algo que nunca estuvo en lo que dice el Papa o se predica en cada parroquia o foro católico. Si hubieran escuchado con la misma actitud antes, si conocieran lo que les puede dar la paz, si entendieran el mensaje del Evangelio… muchos condicionales que tendrían que haberse dado para que esta extraña sorpresa ante lo que siempre estuvo ahí, oculto a plena vista, no se diera.
Un año después, y eso sí que es novedad de la buena, muchos han abierto sus oídos y sus ojos sin el velo de recelo con que prestaban atención antes. Ahora oyen lo que siempre se dijo, les impresionan las maneras, por algo se empieza, pero debería impresionarles mucho más los contenidos, porque la apariencia pasa, lo externo es mudable, pero el tesoro del evangelio permanece con toda su capacidad para cambiar no las formas, sino lo más profundo del ser humano. Supongo que aquello de que el medio es el mensaje, también se cumple en este caso.
Ha cambiado la presidencia de la conferencia episcopal y también en esto los todólogos han expresado su opinión junto a nuestros políticos profesionales, profundos conocedores de los entresijos de la Iglesia española cuando les preguntan, y a la que en realidad desconocen con un pecado de lesa ignorancia. Con este motivo han tenido la oportunidad de dejar salir todos los tópicos y manidos lugares comunes que se saben de carrerilla.
Por otro lado, esta semana hemos recordado aquel once de marzo de ignominia en que el terrorismo sembró la muerte y nos encogió el corazón. También los días de infamia que le siguieron, no recuerdo otro caso en que el terrorismo consiguiera sus objetivos tan claramente con la connivencia de políticos falaces. Y me temo que no lo hemos ni comprendido, ni superado.
Ayer el periódico traía la noticia del aniversario también de la muerte de Kurt Cobain, cantante de Nirvana Gun’s and Roses. Me resulta extraño cómo se hace elogio fúnebre de estos personajes, grandes artistas de la música o lo que sea, pero con una vida personal destructiva y autodestructiva. Son más bien el ejemplo de la ausencia de valor alguno, vidas tan vacías y sin sentido que sólo causan daño a su alrededor y a sí mismos. Vidas insoportables de vivir hasta el extremo de la autoextinción.  Nada que admirar en la larga lista de los que han tirado su don a la basura. Aunque siempre hay quien ni entiende nada ni se entera y se empeña en hacer poesía de la descomposición. Con su pan se lo coma, nunca entenderé la coprofagia.
Y hablando de descomposición, la justicia que no cesa ha impuesto fianzas muchimillonarias a conocidos personajes de la política andaluza, pero claro, no pasa nada, en nuestro oasis andaluz nunca pasa nada. Sartre afirmó que “el infierno son los otros”. En nuestro país, “la corrupción siempre son los otros”, es que los jueces son unos exagerados, ya se sabe. 
Cierta candidata ha puesto de ejemplo para Europa... ¡Andalucía! O esa señora no tiene ni idea de la miseria económica, política y social que se vive aquí, con lo cual es una ignorante que no debería estar ahí. O es una cínica sinvergüenza, con lo que tampoco debería estar ahí. Y el problema es que está y cientos como ella también, y nos gobiernan.
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