La radio derrama su torrente de noticias sobre mí, aún no es de día completo, apenas se vislumbra el amanecer, aunque la luz es suficiente para dispersar las sombras. Mientras mi mente intenta comprender lo que narra el locutor, una parte de mí desea que el despertador tarde aún en dar sus notas repetidas e irritantes. Finalmente, llega el momento, aunque enmudece al primer manotazo, repite su cadencia minutos después y ya no puedo ignorarlo.
Mientras escucho lo que el noticiario de la mañana tiene que decir, el ronroneo de la maquina de afeitar acaricia mi rostro adormilado. Mecanicamente procuro no dejar rastro de la barba de dos días. No pienso en nada, mi cuerpo responde sin más a la rutina matinal.
El agua caliente cae sobre mí mientras la espuma del jabón me hace sentir purificado y limpio. La somnolencia parece marcharse con los restos de espuma. La toalla me ayuda a salir del cubículo de la ducha.
Ya vestido y en la cocina rebusco en el frigorífico, una pieza de fruta, hoy es un plátano, para tirar el primer tramo de la mañana, lo saboreo mientras me limpio las gafas, busco las llaves y localizo el maletín del portátil. He intentado recogerlo todo antes de salir y salgo justo de tiempo, como siempre, no hay propósito que consiga hacerme vencer ese hábito de salir justo y llegar, inevitablemente, unos minutos tarde.
La clase de primero es lo habitual. Estoy lúcido y procuro tomar con sentido del humor lo que sucede. No puedo evitar bromear con los alumnos, a veces pienso si me paso con las bromas y les molestarán mis salidas chistosas. En medio, la inevitable charla. es que formar parte del grupo de Jesús implica cierto compromiso, los medios para ser y sentirlo como amigo están a nuestro alcance y son tan sencillos que no los valoramos y nos dejamos llevar por la corriente del pensamiento único, del qué dirán, de lo que todos hacen, etc.
Con los de tercero la cosa varía, un lunes a las nueve y media están calmados habitualmente, pero siempre hay el típico mononeuronal que no se entera de nada y se ríe a destiempo, que mira pero no ve, escucha pero no entiende y me suele poner frenético, aunque eso pasa más los jueves que la clase es más tarde. Están tambien las "casquivanas" (de cabeza hueca, vamos), que no entienden nada porque no escuchan nada, siempre en un mucho de apariencias y superficialidad donde las cosas son o entretenidas o aburridas (según sus lamentables criterios), suelen enervarme y me cuesta controlarme. Lo hago más por guardar las apariencias que por otro motivo, lo reconozco. A veces me entran ganas de gritarles que la estupidez y la mala leche no son buenas virtudes para una chica, pero me aguanto porque dado su coeficiente intelectual ni lo entenderían ni serviría de nada y se volvería contra mí.
Hoy hemos empezado una película hermosa y triste: "A Rumor of Angels", sobre la muerte y la vida más allá de la muerte, sobre el dolor y el sufrimiento de los que han perdido a seres queridos, sobre aprender a convivir con el dolor y la pérdida, y sobre la esperanza. Una de las casquivanas ha dicho en voz alta lo que su grupito piensa: "es una peli aburrida". Me he tenido que contener, pero le he nombrado la neurona que le queda. Casi al final de la clase más de uno y una tenía los ojos llorosos, ha terminado la hora en un momento muy emotivo. Eso es buena señal, se trata de despertar en ellos sentimientos e interrogantes.
La hora siguiente ha transcurrido como de costumbre. A la orientadora se le había desconfigurado el proyector y lo he arreglado (tan simple como un buen reinicio, pero hasta para eso hace falta un entendido). Luego el desayuno mientras otros compañeros hablan a gritos de futbol y de política (cómo no hoy). En el recreo quizá he metido la pata, me explico, dos compañeros hablan del sistema de representación parlamentaria, no se escuchan del todo, suben la voz para imponer su discurso sobre el otro y se me escapa: "¡qué alguien apague la radio!", y ya estamos. La verdad es que las voces me molestan las dé quien las dé y hay dos o tres que no saben hablar sin dar voces. Ha parecido que les criticaba por algo y, claro, los adultos nunca hacemos nada mal, menos si somos profesores.
Luego ha llegado el otro primero y también ha sido agradable, son chicos trabajadores y se puede bromear con ellos. Me caen bien y me gustaría que la buena relación se mantuviera.
Me he ido a casa a recoger las cosas y me he ido a casa de mi madre. He pasado por la tienda a comprar unas cosas y he almorzado en casa. Luego me he puesto a configurar el ordenador de mis sobrinos. El dichoso cacharro se ha resistido, ha dado un par de errores, me ha obligado a abrirlo y repasar todo el interior de nuevo, pero al final ha funcionado y ya va internet, la nueva línea por cable. Casi al final he ido al taller a pasar la revisión al coche, filtros, aceite, etc. la factura me ha obligado a tirar de la tarjeta, vaya con los precios. He charlado con el dueño del taller y los mecánicos, lo típico, con unos de política (el dueño ha sido candidato en las elecciones) y con los otros de temas varios, entre ellos de la depresión, uno de los males de nuestro tiempo y del colesterol, que es otro mal de moda.
Me he vuelto a casa y he recogido y guardado todo lo que traía. Antes he cambiado móvil de mi sobrino de contrato a prepago, ya que no es capaz de controlar su gasto y no hace caso a nada de lo que le decimos, si quiere llamar, que lo pague, pero cada factura en los últimos cinco meses ha sido mayor que la anterior y no agradece nada, como buen adolescente piensa que se lo merece todo a cambio de nada.
Después de ordenar las cosas he charlado un rato por messenger con unos cuantos amigos y alguna amiga y me he puesto a cenar, tras ver un par de episodios de mis series favoritas, he leído algunas noticias en diarios digitales y blogs. Ahora escribo esto antes de irme a dormir. Mañana tengo dos cursos muy complicados y no es por numerosos.
Buenas noches.
Mientras escucho lo que el noticiario de la mañana tiene que decir, el ronroneo de la maquina de afeitar acaricia mi rostro adormilado. Mecanicamente procuro no dejar rastro de la barba de dos días. No pienso en nada, mi cuerpo responde sin más a la rutina matinal.
El agua caliente cae sobre mí mientras la espuma del jabón me hace sentir purificado y limpio. La somnolencia parece marcharse con los restos de espuma. La toalla me ayuda a salir del cubículo de la ducha.
Ya vestido y en la cocina rebusco en el frigorífico, una pieza de fruta, hoy es un plátano, para tirar el primer tramo de la mañana, lo saboreo mientras me limpio las gafas, busco las llaves y localizo el maletín del portátil. He intentado recogerlo todo antes de salir y salgo justo de tiempo, como siempre, no hay propósito que consiga hacerme vencer ese hábito de salir justo y llegar, inevitablemente, unos minutos tarde.
La clase de primero es lo habitual. Estoy lúcido y procuro tomar con sentido del humor lo que sucede. No puedo evitar bromear con los alumnos, a veces pienso si me paso con las bromas y les molestarán mis salidas chistosas. En medio, la inevitable charla. es que formar parte del grupo de Jesús implica cierto compromiso, los medios para ser y sentirlo como amigo están a nuestro alcance y son tan sencillos que no los valoramos y nos dejamos llevar por la corriente del pensamiento único, del qué dirán, de lo que todos hacen, etc.
Con los de tercero la cosa varía, un lunes a las nueve y media están calmados habitualmente, pero siempre hay el típico mononeuronal que no se entera de nada y se ríe a destiempo, que mira pero no ve, escucha pero no entiende y me suele poner frenético, aunque eso pasa más los jueves que la clase es más tarde. Están tambien las "casquivanas" (de cabeza hueca, vamos), que no entienden nada porque no escuchan nada, siempre en un mucho de apariencias y superficialidad donde las cosas son o entretenidas o aburridas (según sus lamentables criterios), suelen enervarme y me cuesta controlarme. Lo hago más por guardar las apariencias que por otro motivo, lo reconozco. A veces me entran ganas de gritarles que la estupidez y la mala leche no son buenas virtudes para una chica, pero me aguanto porque dado su coeficiente intelectual ni lo entenderían ni serviría de nada y se volvería contra mí.
Hoy hemos empezado una película hermosa y triste: "A Rumor of Angels", sobre la muerte y la vida más allá de la muerte, sobre el dolor y el sufrimiento de los que han perdido a seres queridos, sobre aprender a convivir con el dolor y la pérdida, y sobre la esperanza. Una de las casquivanas ha dicho en voz alta lo que su grupito piensa: "es una peli aburrida". Me he tenido que contener, pero le he nombrado la neurona que le queda. Casi al final de la clase más de uno y una tenía los ojos llorosos, ha terminado la hora en un momento muy emotivo. Eso es buena señal, se trata de despertar en ellos sentimientos e interrogantes.
La hora siguiente ha transcurrido como de costumbre. A la orientadora se le había desconfigurado el proyector y lo he arreglado (tan simple como un buen reinicio, pero hasta para eso hace falta un entendido). Luego el desayuno mientras otros compañeros hablan a gritos de futbol y de política (cómo no hoy). En el recreo quizá he metido la pata, me explico, dos compañeros hablan del sistema de representación parlamentaria, no se escuchan del todo, suben la voz para imponer su discurso sobre el otro y se me escapa: "¡qué alguien apague la radio!", y ya estamos. La verdad es que las voces me molestan las dé quien las dé y hay dos o tres que no saben hablar sin dar voces. Ha parecido que les criticaba por algo y, claro, los adultos nunca hacemos nada mal, menos si somos profesores.
Luego ha llegado el otro primero y también ha sido agradable, son chicos trabajadores y se puede bromear con ellos. Me caen bien y me gustaría que la buena relación se mantuviera.
Me he ido a casa a recoger las cosas y me he ido a casa de mi madre. He pasado por la tienda a comprar unas cosas y he almorzado en casa. Luego me he puesto a configurar el ordenador de mis sobrinos. El dichoso cacharro se ha resistido, ha dado un par de errores, me ha obligado a abrirlo y repasar todo el interior de nuevo, pero al final ha funcionado y ya va internet, la nueva línea por cable. Casi al final he ido al taller a pasar la revisión al coche, filtros, aceite, etc. la factura me ha obligado a tirar de la tarjeta, vaya con los precios. He charlado con el dueño del taller y los mecánicos, lo típico, con unos de política (el dueño ha sido candidato en las elecciones) y con los otros de temas varios, entre ellos de la depresión, uno de los males de nuestro tiempo y del colesterol, que es otro mal de moda.
Me he vuelto a casa y he recogido y guardado todo lo que traía. Antes he cambiado móvil de mi sobrino de contrato a prepago, ya que no es capaz de controlar su gasto y no hace caso a nada de lo que le decimos, si quiere llamar, que lo pague, pero cada factura en los últimos cinco meses ha sido mayor que la anterior y no agradece nada, como buen adolescente piensa que se lo merece todo a cambio de nada.
Después de ordenar las cosas he charlado un rato por messenger con unos cuantos amigos y alguna amiga y me he puesto a cenar, tras ver un par de episodios de mis series favoritas, he leído algunas noticias en diarios digitales y blogs. Ahora escribo esto antes de irme a dormir. Mañana tengo dos cursos muy complicados y no es por numerosos.
Buenas noches.
Bastamte bien me encanta, y a la gente de mi clase le encanta tu humor excepto a Elena y esa gente cuyo coeficiente intelectual es nulo, sigue asi, eres buen amigo y profesor...
ResponderEliminarHasta mañana
Firmado:
Un chaval de 1º de eso
Gracias Fernando, no sabes lo que anima un comentario así.
ResponderEliminarYa que citas a Elena y compañía, me da pena su actitud, pero no se les puede ayudar si se niegan a poner un poquito de su parte.
Necesitas pero ya una buena dosis de valiun.
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