«¡Qué gran desolación puede producir el hecho de tener razón en una discusión con gentes que, como es demasiado habitual, son incapaces de separar su yo de lo que sostienen cuando discuten! ¿Cómo llegar entonces, por nuestra parte, a una demostración irrebatible y hasta in re? Puede el otro sentirse tan humillado, que, salvo si se trata de algo muy serio, parece que hay que preferir ceder y replegarse, porque en los triunfos dialécticos demasiado brillantes hay algo o mucho de un campo después de una batalla, o de un vencido atado a la rueda de nuestro carro de triunfo. Y seguramente todos tenemos la experiencia de cierto sabor amargo del haber tenido razón».
No tengo más remedio que dar la razón al autor de la frase. Experiencias recientes me muestran que lo habitual en demasiados debates o discusiones es tomarlo como algo personal. No importa tanto tener razón como llevar, a toda costa, la razón. Como también dice el adagio, si la realidad no se ajusta a la teoría, peor para la realidad.
Es doloroso discutir y acabar en el terreno de lo personal, de la descalificación del contrario. Yo soy de los que, llegado a determinado punto, me veo obligado a elegir entre tener razón o tener un amigo o enemigo. Lo suelo dejar aunque muchas veces me siento tentado de usar la misma arma victimista del oponente dialéctico, presentarme ofendido por la insistencia del otro en llevar una razón distinta de la mía. Es descorazonador y, ciertamente, amargo llegar a esos extremos.
Un antiguo profesor universitario,tomando ún "expresoo" en Piazza del Poppolo,me dijo algo que no olvidaré jamás:"lo malo, es cuando se anteponen las emociones a las razones,por que al final,perdida la emoción,tampoco hallarás la razón".
ResponderEliminarCierto es.
Tiene toda la razón del mundo. No puedo decir más.
ResponderEliminarDe acuerdo 100%
ResponderEliminarA un visitante que a sí mismo se definía como "buscador de la Verdad" le dijo el Maestro: "Si lo que buscas es la Verdad, hay algo que es preciso que tengas por encima de todo".
ResponderEliminar"Ya lo sé: una irresistible pasión por ella".
"No. Una incesante disposición a reconocer que puedes estar equivocado".