Si alguien se acabara de despertar después de un coma de bastantes meses, podría pensar que hay unas elecciones generales en las que una señora, llamada Isabel, se presenta a la presidencia del país. Por algún extraño motivo a cualquier onubense de cualquier comarca le deberían importar mucho estas elecciones. Ya conté que una vez que intenté quejarme del funcionamiento de las urgencias en el hospital de Huelva, tras una rotura de cadera de un familiar, provocó un agrio debate sobre la presunta privatización de los hospitales de Madrid en los tiempos de Esperanza Aguirre, otra señora que importaba mucho a los onubenses y cuyas decisiones nos concernían por algún extraño sortilegio que se me escapa.
A ver si atino ahora con un santo y seña que me permita abordar el otro tema, quiero decir, esa frase, password, watchword, shibboleth o lo que sea que me permita pasar el filtro de poder decir algo sobre un asunto que se resume en una frase que debería grabarse en el frontispicio de la nueva política española: “nunca es el qué, siempre es el quién”. Se le atribuye al periodista Carlos Esteban, no lo he investigado, suelo resumir lo mismo diciendo que “lo que en los otros es vicio, en nosotros es virtud”. El santo y seña podría ser: “condeno la violencia venga de donde venga y vaya contra quien vaya en el ámbito del debate político”. Y ustedes se quedan a la esper a de la adversativa, el consabido “pero” que explica que no es lo mismo apedrear a los malos que amenazar a los buenos, ya que estos últimos, poseedores incuestionables de todas las virtudes, no se merecen que se les haga a ellos lo que ellos piensan o sugieren que deberían hacerles a los demás, malvados y equivocados en comportamientos e ideas que se lo andan buscando cada vez que abren la boca. Espero que pillen la ironía o estaré en un lío.
Hoy me ha llamado la atención que al abrir el navegador de internet he encontrado una frase en una franja de la página de inicio: “Una persona saludable es feliz y alegre. Un Internet saludable es seguro y privado.” Me ha sonado tanto al “Mundo Feliz” de Huxley que, de repente, he tenido miedo. Me he acordado de un artículo de E. G. Máiquez de febrero de 2020 dónde nos advertía sobre el peligro del “Imperio del Bien”, título de un libro de Phillipe Muray. Dice en el artículo: “Trata -porque es su tema y porque ofrece un tratamiento de choque- del estado de cosas de Occidente, "este imperio aterrador de la Sonrisa". Rige el acuerdo universal, salvaguardado por el Estado, en base a los buenos sentimientos, la relatividad y la Neolengua. Impera el fanatismo de lo saludable y somos muy libres de pensar todos a una”. Luego describe la “disneyficación” de la política y la uniformización obligatoria de la sociedad. Desaparece la violencia, pero no para todo el mundo, que sigue habiendo disidentes del justo medio a los que hay que “cancelar” amablemente.
Para terminar, dos cositas que recuerda G. Luri. Uno de esos estudios que hacen las universidades concluye, en coherencia con lo dicho en días anteriores, que “los estudiantes aprenden menos con los profesores fáciles”. Ya saben por dónde va la cosa. Otra "La introducción de la pasión religiosa en la política supone el fin de la honestidad política". Lord Hailsham, citado por Miguel Herrero de Miñón en "Ideas para moderados" (1982). Creo que de esto también dije algo antes.
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