16 abril 2021

Procesión de la infamia.

 

Creo que se llama estupor lo que uno siente cuando ve algo que le parece increíble y mira a ver si hay algún engaño o está bajo los efectos de algún estupefaciente, lo que sería una explicación plausible. Es lo que se siente a ver un grupo de personas con pancartas y banderas reivindicativas de los regímenes más crueles y asesinos de la historia reciente. Sin ningún pudor y sin que nadie les saliera al paso. Si hubieran añadido la esvástica y la foto de Adolf Hitler, dicha manifestación podría haber tenido justificación como una especie de “cabalgata de la infamia del siglo XX” o algo así. Pero no, es un residuo de esa tendencia, tan humana, de repetir lo peor de lo que somos capaces. Negar la libertad en nombre de la “verdadera libertad” y anular la democracia para salvarla de sí misma y crear la “democracia real”, que era como llamaban las dictaduras del bloque del Este a sus regímenes. Claro que, para conseguirlo, tenían que exterminar a todo el que se oponía. Lo anterior sucedió en Madrid el miércoles, 14 de abril pasado, si alguien se llama a engaño después, será cómplice de esa reivindicación de la infamia.

Georg Lukács, filosofo marxista y crítico literario húngaro, ya había dicho que “no se puede demostrar el marxismo (…) te has de convertir a él”. Podemos considerar lo del miércoles como una procesión de creyentes, por tanto. En los ochenta, González Faus escribió un breve ensayo titulado “Creer sólo se puede en Dios, en Dios sólo se puede creer” que un servidor leyó para verificar una idea que se me iba haciendo sitio en la mente, que la política no iba de gente eligiendo representantes por sus ideas, capacidades y su gestión demostrada, sino de creyentes fieles, inmunes a todo sistema de verificación/falsación por los hechos, que diría Popper. Cuando la fe se dirige a un objeto equivocado, lo resultante no puede ser bueno a largo plazo. El ensayo no iba de eso, pero me ayudó a profundizar el tema de la fe, por cierto.

Y para terminar el capítulo de “cosas que deberían ser sólo anecdóticas” está la noticia de que “desde la Vegan Society (Sociedad Vegana) piden el fin de las galletas infantiles con formas de animales: incitan a los niños a contemplar los animales como algo inferior y a nuestra disposición.” Claro, todos sabemos que, si los dinosaurios de las galletas siguieran por aquí, seríamos los humanos los que estaríamos a su disposición… el nivel de lo absurdo y de antropología ridícula ya supera todos los medidores que podamos tener. Mientras algunos nos reímos de estas cosas, lo absurdo, lo emocional y lo irreal se instalan como un virus en el pensamiento dominante. Sin opción a debate porque con lo absurdo no es posible.

Visto todo esto, lo que sigue puede sonar para algunos como una herejía moderna, para otros como un soplo de sensatez proveniente de principios del siglo XX: "Soy ordinario en el sentido correcto del término, que significa la aceptación de un orden; un Creador y la Creación, el sentido común de gratitud por la Creación, la vida y el amor como dones permanentemente buenos, el matrimonio y la caballerosidad como leyes que los controlan correctamente, y el resto de las tradiciones normales de nuestra religión." Dijo G.K. Chesterton en cierta ocasión.

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