09 febrero 2016

Miércoles de ceniza



El tiempo pasa velozmente y nada más adecuado para tomar conciencia de ello que la experiencia repetida cada viernes de enfrentar el vértigo de llenar tres minutos de radio con algo que resulte mínimamente relevante para todos ustedes. Cuando apenas se han extinguido las notas del último villancico, empezamos a entonar el misere mei cuaresmal casi sin intermedio, así ha resultado este año.
Creo que el primer recuerdo cuaresmal que uno tiene es el de esos viernes de vigilia en que no se comía carne en casa, cosa que en esos días se hacía escrupulosamente a diferencia de los días en que era algo casual. Además de esa experiencia, yo albergo el recuerdo de haber encontrado, siendo un colegial de pocos años, una hoja arrancada de una antigua enciclopedia escolar en que se explicaba el sentido del miércoles de ceniza y el significado de la frase proclamada ese día, “memento, homine, quia pulvis eris et in pulverem reverteris” (acuérdate, hombre, que eras polvo y al polvo regresarás). Es de esos recuerdos que se quedan en la memoria y causan impresión en una mente infantil, a mí me dio qué pensar en esos tiempos en que casi todo lo que me rodeaba e iba descubriendo, me provocaba un tremendo asombro.
Pero de nuevo llega la cuaresma, muchos años después y  me planteo qué significa ahora, qué oportunidad me brinda, qué desafío, que inquietud. Quisiera recuperar aquel asombro, al menos la capacidad de enfrentarme al inmenso y terrible desierto que evocan estos cuarenta días con la actitud adecuada, con la de quién entra en él por primera vez, lleno de oscuros temores y, a la vez, de una confianza casi inexplicable en lo que me invita a entrar en él.
Chesterton, en su libro “Ortodoxia”, hablando del asombro, dice “Todos los hombres se han olvidado de quiénes son. Podemos entender el cosmos, pero nunca el ego, porque el propio yo está más distante que las estrellas. Podrás amar a tu Dios, pero no podrás conocerte. Bajo igual calamidad nos doblamos todos: que hemos olvidado todos nuestros nombres, que hemos olvidado quienes somos en realidad. Todo eso que llamamos sentido común, racionalidad, sentido práctico y positivismo, sólo quiere decir que, para ciertos aspectos muertos de la vida, olvidamos que hemos olvidado. Y todo lo que se llama espíritu, arte o éxtasis, sólo significa que en horas terribles somos capaces de recordar que hemos olvidado.”
Y tal vez por eso necesito, necesitamos el desierto, para enfrentarnos a esas horas terribles que nos ayuden a recordar que hemos olvidado, a volver a ser, aunque sólo sea por un instante, nosotros mismos en estado de total asombro ante lo infinito, sin artificios ni distracciones. Sólo así seré capaz de conocer cuál es la misión a la que he sido llamado y cuales las debilidades que tendré que enfrentar.
El próximo miércoles comienza la cuaresma, y tengo la oportunidad de dejarme llevar a ese lugar donde conviven los monstruos con la más insólita belleza, donde se puede presentir lo eterno o perecer al miedo. Me pregunto si confiaré lo suficiente como para atreverme a entrar o será otra ocasión fallida.

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