21 noviembre 2011

Velar los sueños

La noche se ha instalado más allá de la ventana. Los edificios de enfrente aparecen cada vez más silenciosos y quietos. Sólo quedan paseantes ocasionales y el esporádico tráfico nocturno. Las luces de la ciudad titilan con el brillo triste y amarillento de todas las noches. 
En el pasillo, los trabajadores del hospital pasean entre las habitaciones repartiendo la medicación y preparando a los enfermos para el descanso. Los familiares se van acomodando para el duermevela de las horas que quedan hasta el amanecer. Cada habitación alberga esperanzas y desesperanzas, oraciones, a veces mudas, para que vuelva la salud o para que el tránsito sea pacífico, humano e indoloro.
Tras cada enfermo toda una historia que afronta momentos difíciles si no decisivos y últimos. Una historia de inocencia vivida y perdida, de amor y desamor, de mentiras y sufrimiento, de trabajo, esfuerzo y sacrificio, de gozo y de dolor en diferentes proporciones, tal vez de felicidad y alegría compartida. 
El oxígeno silba en la mascarilla, la radio murmura las noticias, nada buenas muchas de ellas, un poco más lejos el rumor de la ciudad.
Solo queda ponerse en manos del Amor más Grande en la espera de mañana.

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