07 noviembre 2011

Elogio del pesimismo

Miren ustedes por dónde que visito el siempre exquisito Café de Ocata y me encuentro con estas sensatas conclusiones sobre la vida ésta que llevamos hoy día. Si tuviera que resumir el asunto, diría que "la felicidad está sobrevalorada". Más aun, me atrevería a decir que se tiende a confundir felicidad con ciertos niveles de bienestar y falta de obstáculos vitales de importancia en muchas de las ocasiones. Pero como es casi imposible pasar por la vida sin tropezar con algo o con alguien, la expresión más habitual de un español (incluyendo las nacionalidades históricas e incluso las histéricas) será la blasfemia. ¡Por qué a mí! No importa el nivel del tropiezo, nunca es justa la desdicha que me acontece. Y digo bien, no hay peor que perder la dicha por infantiloide que ésta sea. 
Un chiste que ilustra la mencionada actitud: En un velatorio el amigo del deudo que se acerca a darle el pésame con toda su buena intención: "Hay que ver M. no hacen sino pasar cosas malas, hoy se muere tu padre y ayer perdí yo el bolígrafo".
Ante tamaña caída libre hay quien aboga por educar en la frustración, cosa que ya hace tiempo que yo venía pensando aunque nunca con esa contundencia en la expresión.
Bueno, que no he citado las conclusiones mentadas al principio:

  1. La idea de que el buen humor, el optimismo y la risa tienen efectos positivos sobre la salud es cada vez más popular, pero no hay ningún estudio serio que la confirme.
  2. Más bien hay estudios que demuestran lo contrario, porque las personas optimistas tienden a asumir más riesgos cotidianos que las pesimistas.
  3. Los optimistas tienden a despreciar cualquier síntoma de malestar y de esta manera descuidan su salud. Siempre creen que están más sanos de lo que realmente están.
  4. Conclusiones:
    1. Los pesimistas viven más.
    2. Hay que leer más a Schopenhauer y menos a Bucay.

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