Es curioso el poder evocador de ciertas cosas, entre ellas, los olores. No hace mucho me regalaron un "agua de colonia" de cierta marca que usé en el pasado. Su aroma me devolvió por un momento a la época en que la utilizaba. Por un momento me sentí de nuevo como aquel adolescente confuso y perdido que construía enormes muros alrededor para protegerse de todo y de todos. Por un instante todo aquella búsqueda de identidad, toda la carga de deseos y sueños insatisfechos volvió a caer sobre mí. La angustia, la incertidumbre, la soledad y aquellas energías que no sabía en qué emplear. Ni que decir tiene que no voy a volver a usar esa "colonia".
Por el lado contrario esta música tiene siempre la cualidad de arrastrarme al escalofrío más sugerente. Me lleva adentro de mí y me trae al presente momentos de profunda reflexión en que buscaba la belleza como el que busca al Dios escondido en los pliegues del corazón. Me gusta escucharla una y otra vez y, a veces, lo hago con miedo a que si abuso, pierda ese poder que todavía tiene. En fin, ustedes disculpen mis desvaríos de hoy.
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