10 febrero 2009

Morir de hambre y sed

Leo las noticia y algunos comentarios sobre la muerte de Eluana Englaro. No sé que actitud adoptar. Lo digo porque la forma de morir de Eluana ha sido y sigue siendo entre nosotros, habitual. No hace muchos días una anciana había entrado en el coma previo a su muerte, ¿ponemos alimentación parenteral? La médico se lo explica a sus parientes y deciden no moverla de su lecho de enferma que será su lecho de muerte, una gotas de agua en un algodón para refrescar sus labios y la espera de su último aliento que no tardó en llegar. No murió de hambre y sed, sino de la última hemorragia cerebral que pudo con ella. Pero cada día se toman decisiones como está, llevar a morir al hospital donde con alimentación parenteral puede que tarde unos días más en morir o esperar que suceda en unas cuantas horas lo inevitable. Las familias en casos de extrema ancianidad y enfermedad suelen elegir la segunda opción.
¿Qué es diferente en el caso de Eluana? Que no se estaba muriendo, que no se iba a morir. Vivía en un estado de inconsciencia permanente que le permitía ciertas respuestas reflejas, pero por lo demás no había enfermedad ni vejez que amenazaran su vida. Había que tomar una decisión mucho más grave. Dejar morir, provocar su muerte de alguna manera. Y esto es lo que ha pasado y muchos protestan mientras otros muchos venden lo estupendo que es poder elegir la muerte (porque no se ven abocados todavía a ella, por supuesto). Hay miedo al dolor y al sufrimiento, a la incapacidad o la dependencia, hemos hecho de esos aspectos algo terrible y, tal vez sin darnos cuenta, hemos provocado que se piense que el dependiente, el incapaz, el que sufre desmesuradamente, no debería vivir, que está mejor muerto. Es tremendo este extremo, pero esa cultura de lo fuerte, lo joven y sano nos está volviendo frívolos con la vida y la muerte.
Unos párrafos que me han parecido atinados comentando el acontecimiento por si quieren más información y no se conforman con la cultura oficial pro-muerte.

Páginas digital:

La muerte de Eluana Englaro, que se ha producido este lunes, no es la última palabra, ha asegurado el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombarda. El sacerdote ha recordado a Eluana como "una persona a la que hemos querido mucho y que en los últimos meses se ha convertido en parte de nuestra vida''.

"Ahora que Eluana está en la paz -ha añadido-, esperamos que su caso, después de tantas discusiones, sea motivo para todos de una reflexión serena y de búsqueda responsable de los mejores caminos para acompañar a las personas más débiles, con amor y cuidadosa atención, con el debido respeto del derecho a la vida", afirma en una nota difundida ayer a través de Radio Vaticano. Citando las palabras que Benedicto XVI pronunció durante el Ángelus de este domingo, Lombarda mencionó especialmente a las personas que "no pueden valerse por sí mismas, sino que dependen totalmente de los demás".
Un trabajador de ferrocarril de 65 años, que entró en coma tras un accidente durante la era comunista en Polonia, ha recuperado la conciencia 19 años después, según los medios locales. Así, Jan Grzebski, a quien los doctores pronosticaron entonces sólo dos o tres años de vida, se ha despertado en un país democrático.

Al despertar, Grzebski descubrió que tiene 11 nietos, fruto de los matrimonios de sus cuatro hijos, y que la Polonia que él recordaba había cambiado casi por completo.

"Cuando caí en coma sólo había té y vinagre en las tiendas, la carne era racionada y por todas partes había largas filas para obtener combustible", dijo Grzebski al describir sus memorias del sistema económico comunista. "Ahora veo a las personas en la calle con teléfonos móviles y hay tanta mercancía en las tiendas que me marea", agregó.

(Sigue leyendo, el final dice una verdad como un puño.)

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