11 octubre 2007

Identidad


Hace años copié una frase en la "pasta" de mi libreta que me llamó la atención. Venía a decir lo siguiente según recuerdo:
"Durante mucho tiempo me esforcé en ser como una caña mecida por el viento del Espíritu, pero una caña es también un tubo hueco en el que otros pueden querer tocar una melodía ajena a mí".


De donde la copié la atribuía a Blas Pascal, pero no he hallado forma de verificarlo. En todo caso, da igual ahora mismo. En más de una ocasión he intentado ser así, flexible a lo que pensaba que era el viento del Espíritu, a lo que la realidad parecía demandar, a lo que otros demandaban de mí. He intentado ser diplomático, conciliador, receptivo hasta la cesión, incluso relativista con tal que no me acusaran de ser dogmático o intolerante. Terribles calificativos que provocan la retirada de cualquier argumentador que quiera parecer moderno y progresista. Supongo que hay un momento en la vida en que parecer eso es lo más importante al igual que hacerte querer y no meterte en conflictos.
El caso es que con el tiempo me he sentido como si alguien estuviera tocando una melodía ajena aprovechando mi aparente flexibilidad o mi silencio. Cuando he cedido y me he dejado llevar por la imagen que los demás proyectaban sobre cómo debía ser yo, me he sentido perdido y vacío. Casi siempre, en un periodo de tiempo más corto que largo, se me ha escapado la alegría de vivir y de hacer lo que hago. Supongo que un momento dado tomé la decisión de no volver a dejarme controlar por ese mecanismo.
No es que no necesite el apoyo y aprecio ajeno, es que no voy a comprarlo actuando así. Sólo me siento bien cuando soy yo mismo, cuando mantengo mis principios, cuando arrostro los conflictos que conlleva eso. Al menos son los inconvenientes de la libertad. Quiero aprender de las experiencias buenas y malas que depara el conflicto diario, pero no voy a dejarme arrastrar por la necesidad de agradar y de ser reconocido. ¿A quién sirve un carácter veleidoso y "diplomático"? Desde luego a mí no. Y lo que no voy a hacer, sobre todo, es dejarme intimidar por la maldad o la estupidez ajena, por muy peligrosa que sea ésta última.

1 comentario:

  1. Anónimo1:48 p. m.

    Toda la razón del mundo. Callamos todos, en general, demasiadas veces, sin pensar que lo que hacemos es dar la razón de facto a posturas que están muy alejadas de las nuestras, permitir que avancen opiniones que nos parecen deleznables de gente que sí se atreve a decir lo que piensa. Lo curioso es que a esa gente normalmente se la adore, y a los que pensamos contra corriente se nos deteste. Habría que preguntarles por sus mecanismos, para luego no usarlos.

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