Entre
muchos otros estereotipos, se dice de los españoles que nos pasamos la vida
intentado aprender inglés. Y traigo esto a colación porque soy de los que
lamento con frecuencia, haber elegido francés en el instituto. Hoy es uno de
esos días.
Leo en el blog
de Ángel Ruíz, profesor de filología clásica en Santiago de Compostela, un par
de interesantes reflexiones de gente que hoy no puede ser tildada de otra cosa
que no sea “contracultural” o si me apuran “transgresora”.
Verán
porqué lo digo. Uno se encuentra con gente que, en nombre de la tolerancia, la
ternura, la democracia y todo lo bueno y hermoso, está dispuesta a agredir al
que no comulgue con tan excelsos valores. Es más, incluso piden que se legisle
para prohibir cualquier modo de pensar discrepante y se exige cárcel o
reeducación, o ambas las dos, para los peligrosos individuos que se aparten de
la senda luminosa de la compasión por narices.
Ese tipo
de personas que desde la atalaya de su superioridad moral de estar a favor de
todo lo bueno y en contra de todo lo malo, no duda en mentir por una buena
causa y que te mira como diciendo: “mira, uno que no ama a sus semejantes, odio
a la gente que hace eso, deberían encarcelarle o prohibirle existir o algo”.
Perdón,
vuelvo a los autores citados, uno es Walker Percy, médico y escritor convertido
al catolicismo que en su libro “El síndrome de Tánatos” tiene esta preocupante página:
Es el día de San Simeón el Estilita. El padre
Smith, uno de los personajes del libro, continúa hablando contra la ternura que
reina en nuestros días.
“La
ternura –dice- conduce a las cámaras de gas”. El padre Smith, además, sabe que el pecado, (…), ya no significa nada
porque las palabras han sido despojadas de su significado, y es por eso que
dice que “Nadie es culpable”. “Todo el mundo parece tener alguna
justificación”, continúa. Poco a poco, inflamado por el celo
profético, diagnostica el siglo de Tánatos, la cultura de la muerte hablando
sobre los crímenes acaecidos durante el siglo veinte: “Nunca, en toda la historia de la humanidad, había habido tantas almas
civilizadas, de corazón tierno, como las que habitan nuestro siglo… Pero nunca
en toda la historia ha habido tal cantidad de gente asesinada… Las almas de
corazón tierno han asesinado a más gente, en nuestro siglo, que los bárbaros en
todos los siglos precedentes.”
Esta verdad incómoda suele suscitar debate con
la mayoría de los bienpensantes y bienintencionados corazones de hoy que uno se
encuentra en cualquier foro.
Sobre este mismo tema el otro autor citado es
Flannery O’Connor, escritora estadounidense, también incómoda y “transgresora”.
Según lo veía O'Connor, la insistencia actual en la compasión es un remedio
secular al deseo de redención. En lugar de pedir cambio moral, el moderno
"escritor excusa toda debilidad humana porque la debilidad humana es
humana". Pero eso es a lo sumo una suerte de "compasión difusa"
y "en este espíritu popular, marcamos nuestra mejora en sensibilidad y
nuestra pérdida en capacidad de observar". Aunque "otras épocas"
puede que hayan sentido menos, veían más, es decir, que veían con "el ojo
antisentimental ... de la fe". Pero ahora, cuando la fe está ausente,
"gobernamos por medio de la ternura". Como esa ternura está
"separada de la persona de Cristo", se apoya sólo en teorías
abstractas, alejadas de la fe. Esa es una situación peligrosa porque "cuando la ternura no tiene conexión
con la fuente de la ternura", tiende a hacerse paternalista y a imponerse.
Por ello, "su resultado lógico es el terror. Acaba en los campos de
concentración y en las humaredas de la cámara de gas".
Y cuando nuestra predicación se queda en lo
sentimental y lo paternalista, no estamos conduciendo a Dios, sino al monstruo
del sentimentalismo posmoderno, las metáforas para encoger el corazón sólo nos
sirven para abrir el paso al maligno alimentándolo con buenas intenciones.
Albert Camus, agnóstico, también llegó a la
misma conclusión cuando dijo en su novela “La Peste” que “la buena voluntad sin
clarividencia, comete peores crímenes que la maldad”.
Un tema para seguir dándole vueltas. Pero las
fuentes están en inglés y yo elegí francés, así que entro en el estereotipo y
me lamento. De momento he pedido un par de los libros que están traducidos,
ahora tengo que leerlos y entenderlos. Un saludo.
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