Cierto profesor de universidad puso una vez un trabajo a sus alumnos pidiéndoles encarecidamente que no comenzaran la introducción con los manidos tópicos de siempre, después pasó a enumerar una larga lista de encabezamientos que eran y siguen siendo los más habituales y socorridos para empezar un texto como el que les pedía. Al final los alumnos estaban totalmente desconcertados. Para ellos el Eclesiastés tiene una frase, “no hay nada nuevo bajo el sol” con lo que la tarea parecía imposible. Hoy soy yo el que se siente incapaz de escapar de citar algún lugar común en especial mirando los acontecimientos recientes de nuestro país.
Y es que no quisiera detenerme en los delirios nacionalistas
que florecen por todas partes y en particular en las regiones de siempre. El
nacionalismo, como tantos ismos que son más fruto de un estado del espíritu que
de un razonamiento bien fundado, es una enfermedad que sólo ha traído desgracia
dónde se ha extendido. Ni sólo, ni mezclado con idearios de derecha, izquierda
o religiosos, ha servido más que para generar enfrentamientos y violencia
gratuita, como la historia reciente nos enseña. Aunque parece que no hemos
aprendido nada.
El Papa pasó por Cuba y Estados Unidos, y creo que todos
esperamos que esa presencia de buen pastor dé frutos en esos países. Aunque ha
sido claro y contundente en sus expresiones, incluido el discurso ante las
Naciones Unidas, no ha faltado quien ha echado de menos una expresión más clara
a favor de la libertad en tierra cubana y una mención más rotunda sobre ese
negocio de casquería humana que la empresa Planet Parenthood tiene montado a
cuenta de los órganos de bebés abortados. Supongo que siempre hay algo de más y
algo de menos en todo lo que se hace, siervos inútiles somos y hacemos lo que
podemos.
La crisis de los refugiados ha puesto de moda la
solidaridad, todos quieren sentar un pobre a su mesa, digo, acoger un refugiado
en su casa. O a lo mejor no, a lo mejor lo que quieren es que se les atienda
con dinero ajeno. Hay de todo, quienes han abierto sus casas y quienes
prefieren pedir que abran las de otros para calmar su conciencia acongojada. Ha
aparecido una nueva patología con un nombre extraño: Eurocentrismo buenista con
unas gotas de paternalismo indisimulado. Muchos de los que, conmovidos, gritan
¡vergüenza! ante las imágenes de refugiados amontonados en la frontera o niños
ahogados, en realidad piden que sean otros los que se avergüencen, porque ellos
están exentos de tal aflicción debido a sus buenos sentimientos alimentados a
fuerza de fotos de portada.
La pobreza, la guerra y la violencia contra los indefensos
sucede lejos, cada día, sin que nadie grite nada ni haga aspavientos de
conciencia sensible, pero no son portada, no salen en el telediario, esos
hombres, mujeres y niños no existen, son invisibles. Su sufrimiento y su muerte
no importan, simplemente.
En fin, ¿Es usted un buenista de barra de bar? ¿Se deja
manipular emocionalmente por la prensa? Buen tema para reflexionar este fin de
semana, porque la solidaridad es otra cosa.
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