07 febrero 2010

La clase de ética

Una visión interesante sobre la relación entre la clase de ética y de religión en la escuela. Nota publicada en "Bienvenidos a la fiesta":

Robert Spaemann:
«La diferencia entre la clase de religión y la clase de ética radica en que en la clase de religión, cuando merece tal nombre, lo ético está inserto en un determinado contexto de vida histórico que se funda en una fe en la revelación; inserto en una comprensión dramática del mundo que se articula en conceptos como “caída”, “redención”, “pecado”, “perdón” y “resurrección”. La clase de ética prescinde de tal contexto de la historia de la salvación. Pero eso no significa que deba prescindir de la religiosidad en cuanto constante antropológica y adoptar el punto de vista del ateísmo práctico o del agnosticismo, el punto de vista del “etsi Deus non daretur” [como si Dios no existiese]. Si fuera ese el caso, entonces habría que apartar de la clase de ética la mayoría de los textos de la gran filosofía europea. Pues en ellos, cuando se trata de ética, casi siempre se está hablando, de una manera o de otra, de Dios. Y esto en tres sentidos.
En primer lugar, en el sentido de que se pregunta por el origen de esa característica experiencia de incondicionalidad que se vincula a la exigencia moral, y que no puede derivarse de la estructura empírica de la, absolutamente condicionada, conditio humana.
En segundo lugar, en el sentido de que la acción moral, sobre todo en condiciones extremas, sólo es posible desde una perspectiva que prohíbe pensar que el bien es, a fin de cuentas, en vano, y que el bueno es, a fin de cuentas, el tonto. Desde el “bien mismo” de Platón, hasta el “bien supremo” de Kant, Dios es el nombre para tal perspectiva del “a fin de cuentas”.
Y por último, en tercer lugar, en toda la tradición de occidente, Dios es pensado como el punto de referencia más elevado de la praxis moral misma. De forma evidente, lo santo figura en el lugar supremo de la jerarquía de valores o se hace sencillamente invisible. En esta tradición la religión es también una virtud moral, y adorar a Dios es un deber de toda persona racional, si bien desde antiguo se discute si la adoración de Dios precisa acciones de culto específicas, o si la propia vida moral es el único culto divino esclarecido y digno».

Robert Spaemann. «Sobre el sentido de la clase de ética en la escuela», en Limites, acerca de la dimensión ética del actuar (Grenzen, Zur ethischen Dimension des Handelns, 2001). Madrid: Eiunsa, 2003; 512 pp.; col. Ética y sociedad; trad. de Javier Fernández Retenaga y José Carlos Mardomingo Sierra; ISBN 10: 84-8469-074-1.

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