Recensión de Pablo Malo sobre el libro Grandstanding: The Use and Abuse of Moral Talk de Justin Tosi y Brandon Warmke.
El Exhibicionismo o Lucimiento moral (también traducido como Postureo Moral) consiste en actuar o hablar de manera dirigida a atraer la buena opinión de la gente que observa. Es equivalente al señalamiento de virtud (virtue signalling). Consiste en hacer una contribución al discurso moral público cuyo objetivo es convencer a los demás de que uno es “moralmente respetable”. Usar el discurso moral para que los demás hagan juicios deseados acerca de uno mismo como que uno es digno de admiración por una cualidad moral particular. Transformar una contribución al discurso moral en un proyecto de vanidad. El fenómeno del exhibicionismo moral tiene dos características principales. A) La persona quiere ser considerada moralmente respetable. y B) Cuando uno hace una contribución al discurso moral público, el deseo de reconocimiento moral tiene que jugar un papel preponderante. Manifestaciones del exhibicionismo moral: Una primera manifestación es que el exhibicionista tiene que apuntarse o subirse al carro. Cuando se trate un tema tiene que reiterar algo que ya se ha dicho para que quede registrado que él está a bordo. Por ejemplo, aunque otras personas hayan expresado la necesidad de una petición por una injusticia el exhibicionista añadirá: “quiero apoyar lo que han dicho otros, esta petición es vital y la suscribo por completo, necesitamos mostrar que estamos en el lado correcto de la historia”. Otra manifestación del exhibicionismo moral es la facilidad para caer en una “escalada moral”. Por ejemplo, ante una mala actuación de un político, alguien dice que hay que censurarle públicamente, otro podría pedir que hay que echarle y un tercero que hay que poner una demanda criminal contra él. En ese afán de ser el más santo moralmente nada es suficiente para destacar.
Una tercera manifestación del exhibicionismo moral es la fabricación o invención de problemas morales donde no los hay. Si el exhibicionista moral quiere mostrar que es superior moralmente a los demás una forma de hacerlo es identificar problemas morales donde otros (con una sensibilidad moral inferior) no los han visto. En cuarto lugar, el exhibicionismo moral se caracteriza por muestras exageradas de agravio o de emociones fuertes como la ira. La suposición es que la persona que más se altera es la que tiene las convicciones morales o el sentido moral más desarrollado. Se supone que hay una fuerte conexión entre tener convicciones morales acerca de un asunto y tener fuertes reacciones emocionales en esos asuntos. El resultado final es que todo el mundo compite por ser el más agraviado por una acción supuestamente mala moralmente. Por último, los exhibicionistas morales claman que sus puntos de vista son auto-evidentes: “si no puedes ver que es así como hay que responder no quiero saber nada contigo, mi sensibilidad moral está muy finamente ajustada y la tuya no ya que no puedes verlo.” El exhibicionismo moral es indeseable porque distorsiona y corrompe el objetivo del discurso moral público que es mejorar nuestras creencias y el mundo. Corrompe el discurso moral de tres maneras: aumentando el cinismo, llevando a un agotamiento del agravio y favoreciendo la polarización de grupo. Cuando sabemos que todo el mundo presume para mostrarse como el más santo moralmente, el resultado es que no nos creemos nada, y que damos por supuesto que el otro actúa por egoísmo. Si todo el mundo practica el exhibicionismo moral, aumenta el escepticismo y el cinismo. Como el exhibicionismo implica un agravio excesivo y expresar grandes emociones ante cosas cada vez más pequeñas, llegamos a no saber si las expresiones de agravio son signo de injusticia o una exageración propia de una escalada de exhibicionismo moral. Digamos que se “abarata” el valor del agravio. Si ante cualquier tontería reacciono como si fuera el demonio, ya no tengo reacción apropiada para el verdadero demonio, por así decirlo. El tercer efecto negativo del exhibicionismo moral es la polarización de grupo, el fenómeno por el que los miembros de un grupo que delibera se van moviendo hacia posiciones cada vez más extremas. Si se acepta una postura moderada siempre va a haber alguien que quiera destacar pidiendo una vuelta de rosca más a esa postura acordada y así sucesivamente.
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