Leo en "Bienvenidos a la fiesta":
David Mamet: «Heredamos de los soviéticos y sus satélites la concepción totalitaria del teatro (por ejemplo, Brecht). Esto es: el teatro (la tragedia, el drama, la comedia, la farsa) no existe para hacer pasar un buen rato al público, mediante el desarrollo de una trama, sino para enseñar o reforzar diversas verdades universales no suficientemente puestas de relieve. Tales verdades, por lo común, se basan en el supuesto intelectual de que un conjunto de humanos es bueno y el otro malo: los obreros son buenos, los capitalistas son malos; las mujeres son buenas, los hombres son malos; los enfermos son buenos, los sanos son malos; los gays son buenos, los heteros son malos.
Obsérvese que si invirtiéramos el paradigma (los heteros son buenos, los gays son malos) quedaría clara la monstruosidad de la propuesta».
David Mamet. Manifiesto (Theatre, 2010). Barcelona: Seix Barral, 2011; 174 pp.; col. Los Tres Mundos; trad. de Ramón Buenaventura; ISBN: 978-84-322-0920-8.
Y no dejo de pensar que hace tiempo que me di cuenta de esto. Muchas películas y series de televisión (no entro en otro tipo de programas que seguro que también habría que analizar despacio) contienen esa enseñanza buenos/malos. Se contrapone lo que se considera para los estándares de lo políticamente correcto como malo a lo bueno sin ambages y normalmente va por el camino del maniqueísmo que señala la cita. Bienvenidos al gran hermano.
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