Hace un par de días hablaba con un miembro del rectorado de la universidad y me comentaba que ante las elecciones que se avecinan, todos los políticos quieren hacerse la foto con el rector y darse su paseo por la universidad (supongo que también prometiendo lo que luego no cumplen). Pero lo anecdótico del asunto es la observación que me hacía esta persona. Por lo visto, de todos los que se han paseado por allí, los que se han molestado porque el rector recibiera a los contrarios... ¿adivinan quienes han sido? Pues sí, el PSOE local, actualmente en la oposición. Por lo visto está muy feo que el rector recibiera al alcalde, actualmente del PP, en vez de sólo a ellos, los buenos de la película. ¿Se puede ser más sectario? (No respondan, ya imagino que sí).
Esta conversación me hizo rememorar mi propia experiencia. Hace unos años, a mediados de los 90, vivía en un pueblo de la sierra. En dicho pueblo gobernaba el PSOE, como en la mayoría, nada extraño. A esas alturas yo aún miraba mejor a dicho partido que al del señor bigotudo que insistía en que se fuera el señor González. Entre las personas con que yo alternaba estaba el alcalde y su cohorte, pero también otras personas de ideología indefinida para mí en aquella época, aunque claramente poco favorables al gobierno local.
Bien, mientras dichas personas no se definieron, no pasó nada. Cuando estas personas se integraron en una lista del PP con opción clara a remover la silla del alcalde, yo, que estaba ajeno a maniobras políticas, caí en desgracia para las autoridades pesoístas ya que mi amistad con los otros los beneficiaba de alguna manera. Creo que he tardado años en superar la estupefacción que me produjo el sectarismo con que se comportaron. Algunos de mis amigos próximos al PSOE local más razonables, el mejor consejo que atinaron a darme fue que "no me metiera en política" (no sé de qué me suena eso). Resultaba extraño la sensación de "clandestinidad" que daba entrar y salir en casa de los nuevos candidatos cuando hasta hacía unos días lo hacía con total naturalidad, igualmente que alguno de ellos viniera a mi casa me daba la tentación de mirar calle arriba y calle abajo a ver si había algún "comisario" observando, jeje.
En resumidas cuentas, la afabilidad inicial de los dirigentes del PSOE local quedó en mera cortesía y murmuración a mis espaldas. Les hubiera gustado zancadillearme en alguna cosa pero no había materia para ello. Ahora es historia, pero una triste historia que habla mal de la madurez democrática de este país o de esta izquierda que ha perdido la ética con la que pretendía cambiar España (aún recuerdo aquel lema del 82: "moralizar la vida pública").
Gracias pro el link; aunque tambien te sigo hasta hoy no lo había visto.
ResponderEliminar