Hoy he escuchado a José Blanco en Onda Cero. Tengo que reconocer que comenzó sorprendiéndome. Lo digo porque me pareció razonable y que decía cosas sensatas, al principio, claro. Pero, conforme avanzaba la entrevista, el lado mendaz e insultador salió a flote como se esperaba.
Me dio la impresión de ser el racista que argumenta que tiene amigos negros. Pepe Blanco se presenta creyente y no tiene empacho en utilizar la condición de creyente de los demás para insultarlos y ridiculizarlos. Y se queda tan pancho.
No sé si resulta tan complicado simplemente respetar las creencias ajenas. Aceptar el derecho de cada cual a que profese la fe que decida sin que nadie se empeñe en controlar su vida. El Estado no debe tomar partido ni por la fe ni por la laicidad, simplemente ocuparse en que se respeten las reglas del juego democrático, que a nadie se le impida pensar, sentir, opinar, comprometerse, etc. en lo que crea conviente. ¿No habíamos defendido la libertad de conciencia? ¿Es que ya no se lleva eso? El Estado ha de procurar que se respeten los derechos humanos sin imponer creencias ajenas a nadie, permitir que la sociedad civil desarrolle sus propias iniciativas y se organice en función de sus diversas sensibilidades. Todo lo que pasa de ahí, huele muy mucho a totalitarismo no bien encubierto.
Salud.