25 octubre 2016

Así es si así os parece.

Decía Luigi Pirandello que “así es si así os parece”. Me sirve esta frase para introducir un concepto que he encontrado en un artículo de Miguel Urmeneta en Aceprensa, la “pos-verdad”. Resumiendo mucho, se puede decir que la verdad no importa, importa la apariencia y la conexión emocional. Así, personajes como Trump o nuestros populistas patrios, se han hecho de una legión de seguidores que escandaliza a quien aún le queden dos dedos de frente. SE entiende que los británicos votaran salir de la Unión Europea a pesar de que objetivamente les convenía muy mucho seguir unidos.
Y es que los hechos no importan, importa ese discurso que apela a los sentimientos y hace que se toleren las mentiras aun reconociéndolas públicamente. Esa conexión emocional y de sentimientos explica también que existan partidos cuyo objetivo es proteger la vida animal no en sentido conservacionista o ecologista, sino igualando a todos los seres vivos en dignidad y derechos, ampliando a los animales el respeto debido (y no siempre tenido) a la vida humana.
La estupidez de esa pulsión animalista llega a tales extremos que asistimos a insultos al torero Víctor Barrio tras su muerte e incluso a su viuda. Más recientemente, hay quién deseo la muerte a Adrián, un niño valenciano de ocho años enfermo de cáncer que desea ser torero y que participó como homenajeado en una corrida benéfica. La “presidenta” del partido animalista mostró su sorpresa porque la gente se escandalizara de esos comentarios infames, mostrando así la verdadera naturaleza de su misantropía psicópata. Los medios lo saben y los titulares no informan, atraen la atención con frases impactantes y las más de las veces desmentidas en el cuerpo de la noticia, pero importa el clic del ratón que hace caja con la publicidad, y que sigas en sintonía mientras un personaje famoso por salir en la televisión corteja con frases estúpidas y superficiales a otra individua famosa por lo mismo. En las redes sociales, fuente de información para muchos, importa lo que sale, lo que circula, lo que otros mandan, aunque sean bobadas extremas como supuestas curas milagrosas, frases sinsentido atribuidas a algún famoso o bulos en cadena sobre cosas sospechosas que la policía no da abasto de desmentir. Se utilizan legiones de seguidores o de robots informáticos para hacer circular opiniones que convienen al partido o denigren, al contrario, porque lo que cuenta es el número y la frecuencia. Es un nuevo estilo de manipulación dos punto cero.
La información que llega por dichas redes sociales es pasiva, no requiere de búsqueda y contraste por parte del receptor, con lo que es terreno abonado para este estilo de pos-verdad, de pensamiento hueco, de transmisión de eslóganes fáciles de repetir, el razonamiento y la búsqueda activa de la verdad están en retroceso. Y todo esto hemos de tenerlo en cuenta, atrae lo impactante mucho más que lo verdadero. ¿Cómo hablar cabalmente de lo que importa en un contexto así? Es la pregunta previa a cualquier discurso sobre Dios, la Iglesia y el ser humano que queramos hacer. “Es aún peor ser ignorante de la ignorancia de uno” decía S. Jerónimo, pero conservo la esperanza de que es posible la novedad y que la verdad brillará por sí misma.

La "pos-verdad"

A veces tengo la sensación de que vivimos una época en que todo es post-algo. Vivimos la pos-modernidad, el pos-franquismo, el pos-marxismo, el pos-cristianismo, la pos-verdad y así podríamos seguir hasta percatarnos que hemos entrado en la posteridad sin darnos cuenta.
Una de las cosas que por las que ya manifesté mi preocupación es esa tendencia a sustituir lo verdadero por lo emotivo, lo objetivo por el estruendo subjetivo de lo que gusta, de lo que queda bien porque encaja en la corrección política al uso. Así, cuando sale un tema espinoso, cuesta debatir basándonos en hechos, datos y objetividades. Se suele recurrir a la comparación, se alude al mal menor, al sesgo del pensamiento mayoritario (sí, ya saben, ese que dice que comamos hierba porque miles de millones de vacas no pueden estar equivocadas), al sentimiento (por supuesto, es lo que me gusta, lo que me apetece y por tanto a lo que tengo derecho) y todo lo demás, no importa. Una frase bonita, bien articulada, que coincida con lo que pienso que debería ser, se convierte en verdadera e incontrovertible.
Pongamos un ejemplo: Un señor llamado Max Neef, economista chileno, afirma para los titulares: “la economía neoliberal mata más que todos los ejércitos del mundo juntos y no hay ningún acusado ni hay ningún preso por ello”. E inmediatamente la reacción de “cuanta verdad” de parte de todos los que soñamos ser progresistas intachables no se hace esperar. Nadie se cuestiona la barbaridad ni ahonda en los datos que deberían darle la razón y que no aparecen por ninguna parte, luego en el cuerpo del artículo salen los temas habituales, y ningún dato. Pero no se pierdan la explicación de cuál es el sistema por el que él apuesta y que llama, en consonancia con lo estupendo de su pensamiento, “economía ecológica” o “desarrollo a escala humana”, por lo visto ahora debe ser escala inhumana, o escala animal o escala marciana, dado que no deben ser humanos los que practican la economía.
Pero no se pierdan la aclaración sobre su tesis: Sobre este punto explicó que "la economía convencional –que es la hija de la economía neoclásica– desde una visión ontológica, se sustenta en una visión mecánica, newtoniana: el humano, la economía y el mundo son mecánicos. Y en un mundo mecánico tú tienes sistemas que tienen partes. Partes que descompones, analizas y vuelves a armar. Del otro lado, la economía ecológica se sustenta en una visión orgánica. Los sistemas no tienen partes, sino que participantes, los cuales no son separables. Lo cual significa que todo está intrínsecamente unido y relacionado. Esto por lo demás ya es un mensaje que hace más de 90 años nos viene dando la física cuántica, pero ese mensaje ha tardado en llegar a las ciencias sociales".
A lo que habría que añadir “y dos huevos duros”. ¿Lo han entendido? ¿A que es bonito? ¿Y eso dónde se está poniendo en práctica? En ningún sitio, es pura farfolla crítica de la que arranca aplausos emocionados, mientras con los ordenadores y móviles de la economía convencional se difunde ese mensaje tan propio del pensamiento “Alicia”. Y el problema es que los cristianos somos proclives a asumir ese tipo de pensamiento acríticamente, porque encaja de alguna manera con nuestros máximos morales, sea real y objetivo o pura ensoñación. Y así alimentamos al monstruo del relativismo sin percatarnos. Pero de esto quizá hablaré otro día.

23 octubre 2016

Si la sal se vuelve sosa...

Hace unos días (por el pasado 4 de octubre)  celebrábamos la fiesta de San Francisco de Asís, hay mucho que aprender del pobrecillo que en pleno siglo de hierro de Europa y la Iglesia, se atrevió a abrazar el camino más insospechado, a evangelizar con la vida y, sólo después, con las palabras. De las florecillas, la narración de la verdadera alegría me impresionó y, de vez en cuando, la recuerdo. Especialmente cuando tras algún trabajo pastoral en el que no puedes evitar implicarte, como dice la canción, con alma, corazón y vida, se produce una de esas situaciones en que los demás te miran como si estuvieras de sobra, como si no pintaras nada en ese momento. Si fuera capaz de vivir ese momento con la calma y la paciencia que S. Francisco proponía, entonces sabría que estoy en el camino correcto.
Esta semana he tenido un interesante debate con una persona que se define como católica comprometida, profesora de universidad en Estados Unidos y catequista de confirmación en su parroquia. En un momento dado la buena señora manifiesta su criterio de que los sacerdotes católicos deberían ser casados. Y hasta ahí bien, es una opinión que lleva mucho tiempo en el candelero y, quién sabe, tal vez algún día esa sea la práctica de la Iglesia, le vengo a decir. Pero cuando intenta fundamentar su opinión entra en un terreno moralmente cenagoso, puesto que a renglón seguido afirma que así los sacerdotes dejarían de ser narcisistas y descomprometidos. Ni el argumento de que no ha hecho un test de personalidad a todos, ni la evidencia que eso es un juicio temerario sobre la generalidad basado probablemente en alguna experiencia personal suya, hacen que se dé cuenta de la barbaridad de juzgar a todos con un criterio tan injusto.
Luego vienen argumentaciones que oscilan entre lo ridículo y lo sin sentido. Que si un ex drogadicto puede ayudar mejor a quien quiera salir de la droga, o la barbaridad de que una persona con problemas de depresión puede ayudar mejor a alguien que tiene depresión (y acabar los dos en el hoyo, supongo), y otros razonamientos similares que nada tienen que ver. Parecer ser que piensa que los curas nacemos en los árboles y que no sabemos nada de cómo es una familia, porque no hemos tenido hijos. En su argumentación el único ginecólogo válido es una mujer que haya tenido hijos, lo demás no sirve igual. Cuando esta senda, absurda, se agota, aparece en el debate la ideología de género que tan de moda está. La Iglesia, si quiere caer bien a los jóvenes y ya no tan jóvenes de hoy, debería revisar su doctrina. ¿Les suena esto? Seguro que han oído a más de uno decirlo. En lugar de evangelizar, deberíamos dejarnos evangelizar y renunciar a la verdad y la razón, para abrazar la convención social y el buen rollo. Jesús no lo supo hacer, por ese camino, hubiera muerto de infarto a los noventa, pero nada, tenía que empeñarse en llevar la contraria y hacer la voluntad del Padre, qué sabrá el Padre Celestial de cómo se convence a la gente.
Y entonces vuelvo a acordarme de S. Francisco y la verdadera alegría. Si fuera capaz de dejarme llamar narcisista descomprometido y carca trasnochado sin perder la calma, sin perder la paz interior que sólo viene de Dios, entonces habría encontrado la verdadera y perfecta alegría. Pero aún estoy lejos por lo visto y actitudes así, de cierto catolicismo “progre” que hace bastante me fascinaba, ahora me produce hartazgo y me recuerda porque los epígonos de esta tendencia me hastían. Acabarán disolviéndose en una tibia nueva era que cae bien y halaga a todos por igual, encerrados en un refugio dónde la verdad no importa, sólo el buen rollo. Pero ya sabemos lo que dice el Apocalipsis sobre los tibios, ¿verdad?
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...