02 diciembre 2008

La moral y la economía.

Es curioso como se puede hablar de lo mismo con lenguajes tan diferentes. También resulta curioso que la idea de fondo sea parecida, una crítica a la falta de "alma" en el sistema económico tal como ha venido funcionando desde hace años. Supongo que sobre el capitalismo tal como lo vivimos, a pesar de sus crisis o precisamente por ella, se puede decir lo mismo que sobre la democracia, "es el peor de los sistemas, si exceptuamos a todos los demás". Basta mirar cómo han funcionado y funcionan las "alternativas" a nivel de prosperidad material y de libertad individual. Pero al igual que la democracia se dota de reglas de juego para garantizar la igualdad y nivelar las diferencias, también parece necesario que haya algo más de control en el sistema económico. ¿Cuánto? Ni tanto que impida el buen funcionamiento ni tan poco que permita que la avaricia de unos pocos genere el desastre de muchos. Difícil equilibrio.
Y es difícil porque es fundamental para eso, a mi modo de ver, la ética de las personas encargadas de que todo funcione. Cuando, como vemos demasiado a menudo, se utiliza lo público para colocar a los amigos y simpatizantes en lugar de seguir un criterio objetivo de eficiencia y eficacia, hemos perdido la partida antes de empezar. En esto los andaluces tenemos experiencia, desgraciadamente.
Bueno, a lo que me refería al principio es a este sermón del Arzobispo de Birmingham y a este artículo de ¡hace 10 años! de Arturo Pérez Reverte, redescubierto por Redes Cristianas hace unos días y hoy por Periodista Digital:

(Zenit/ReL) "Un mercado controlado sólo por la regulación, pronto o tarde sucumbirá a su inherente inclinación al beneficio a cualquier coste", dijo el prelado a los servidores civiles que les escuchaban.

Monseñor Nichols aseguró que "la motivación del beneficio es crucial, y la responsabilidad de los inversores es un factor de equilibrio significativo, a la hora de asumir riesgos. Pero lo que hemos visto es que, abandonado a sí mismo, el mercado financiero no tiene un marco externo de referencia robusto, ni siquiera en el ámbito económico. El mercado financiero se ha comportado como si existiera sólo para sí mismo, dentro de sí mismo y para provecho de quienes forman parte de él".
 El arzobispo Nichols habló de la necesidad del mercado de "la perspectiva y práctica de la verdadera virtud, que construye confianza y, sin la cual, cada empresa humana es inestable".

El prelado invocó la bendición de Dios sobre los presentes en la misa y sobre todos los servidores públicos. "Aquí no encontraremos soluciones financieras o comerciales -reconoció-, pero podemos evaluar nuestra situación a la luz de la verdad sobre nuestra naturaleza humana". 

El arzobispo Nichols subrayó la necesidad de la sociedad de alcanzar una verdadera "perspectiva y práctica de la auténtica virtud". "Como sociedad, hemos descuidado el desarrollo de valores éticos compartidos y principios que guíen y conformen nuestra conducta, creyendo que es un objetivo inalcanzable, y lo hemos sustituido por una continua catarata de regulaciones económicas".

"Una familia o sociedad que es incapaz de mostrar piedad hacia los débiles y vulnerables, está muerta por dentro --concluyó el arzobispo--. La aplicación salvaje de regulaciones presiona nuestras vidas, pero sólo podemos ser rescatados o de la crisis si llevamos vidas de auténtica virtud y sobre todo si somos guiados por la misericordia, la más preciosa cualidad de Dios".



Publicado el 2 Diciembre 2008 - 1:43am
Y por otra parte:

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla Intro del computador, su futuro y el de sus hijos.

Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

(...)

Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden. No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.

(...)

Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.

Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.


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