25 agosto 2007

El expreso llega a la estación de Septiembre.


El mes de agosto pasa rápidamente y uno pasa por él con demasiada celeridad. Quizá echo de menos esa edad en la que los veranos son interminables y hay tiempo para todo. Al fin me he decidido a escribir algo, tras veinticinco días de silencio. Muchas cosas que decir, espero encontrar las palabras adecuadas. Hoy os traigo un comentario sobre un post ajeno, en el blog "Jóvenes cristianos en acción", encontré hace tiempo este párrafo que ahora os ofrezco, si alguien es enseñante o alumno, lo entenderá mejor:
"Yo veía –me contaba con cara seria David, un chico de quince años, refiriéndose a uno de sus profesores– que aquel hombre lo pasaba realmente mal en nuestra clase. "
Y entonces me acordé de que ese profesor nuestro tendría mujer, y seguramente hijos. Y pensé en ellos, en que probablemente le estarían esperando esa noche para cenar, y le llamarían de tú, y le darían un beso al llegar a casa. Tenían este padre grandote y cansado, digno de todo cariño, al que nosotros estábamos impacientando y despreciando con aquel barullo."

Pensé poner como único comentario que ¿y si ellos son, para ti, tus hijos y tu esposa, lo más importante? ¡Cuánto puede llegar a ser el cansancio y la soledad en ese caso! Pero no sería justo no añadir que yo encuentro, con frecuencia, miradas de empatía y complicidad en más de un alumno. Y eso se agradece y te ayuda a no rendirte en el trabajo cotidiano.

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