07 abril 2007

Hoy es Sábado Santo.

Una vez escribí que la vida de las personas es como la de las piedras del río, los cantos rodados (ya, rolling stones), la vida va limando muchas aristas y a veces nos rompe y nos saca bordes cortantes. No sabría decir exactamente qué cosas ha limado la vida de mí, qué cosas han sido aprendizajes fruto del dolor, de la sabiduría, de la experiencia, o de esos encuentros extraños e inopinados con Dios que siempre te dejan un poco o un mucho tocado.
El caso es que a veces temo que el tiempo me haga complaciente con muchas de las cosas contra las que me rebelaba en el pasado. Hoy descubro que, al menos en una, no es así. La Semana Santa andaluza y sus procesiones es una de esas cosas que no consiguen convencerme. Las he vivido desde pequeño, he participado en ellas, pero desde que tengo conciencia de lo que significó la pasión, muerte y resurrección de Jesús, desde que tengo algo de conciencia del Evangelio, no he sido capaz de contemplar las procesiones sin cierto nivel de escándalo interior. Me recuerdo hace 12 o 14 años viendo el desfile de los "tronos" malagueños por la televisión y sintiéndome escandalizado, todo tan enorme, tan desmesurado. Las procesiones de aquí siguen pareciéndome lo mismo. Su hermosura, su exceso de plata y oro, música, olores y colores, desfiguran y traicionan lo que aspiran a representar. Un hombre destrozado, triturado, convertido en excusa para demostraciones de hombría de los costaleros, lucimiento de capataces y hermanos mayores, arranca aplausos emocionados de la multitud, en vez de arrancar lamentos y compasión. ¿Esto es lo único que se puede esperar? ¿Para esto fue sacrificado Jesús? ¿Para convertirlo en un hermoso espectáculo de masas que pedirán que el año siguiente sea mejor, más dorado, más pesado, más hermoso?
La mayoría entierra su sentimiento "estético-religioso" el Viernes Santo, para rescatarlo el Domingo de Ramos del año siguiente.
Pero hoy es Sábado Santo y la próxima madrugada la tierra va a romperse para que brote una luz de eternidad para todos aquellos que no nos conformamos, que seguimos esperando, aunque seamos cuatro raros que "no nos gustan los pasos", como suelen decir los capillitas de mi pueblo.
Que el acontecimiento nos encuentre en vela.
Feliz Pascua de Resurrección.

2 comentarios:

  1. Anónimo7:49 p. m.

    estoy de acuerdo contigo en lo de Málaga, pero no se debe generalizar, por ejemplo aquí en tu pueblo (valverde del camino) no es así, no hay ese lujo, y se ve devoción detrás de los pasos, no así entre los costaleros que buscan protagonismo y alimentan el ego y la vanidad, y menos aún entre los nazarenos, no se sabe para que visten la túnica de su hermandad, si a lo que van es a tontear y a hecerse ver, justo lo contrario de lo que debía de ser. saludos, Javier.

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  2. Anónimo7:13 a. m.

    ¿Has sido capaz de soltar eso en el púlpito? No estaría mal ...La verdad que tendríamos que reflexionar un poquito más ante este asunto.

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